En los verdes Apeninos tosco-emilianos, hace
setenta años nacía una empresa que hoy crea escuela, gracias a unos lazos
virtuosos con el instituto técnico local de formación profesional. Retrato de
Metalcastello, líder mundial en engranajes para transmisiones mecánicas en
muchos sectores manufactureros, con máquinas de movimiento de tierras,
tractores agrícolas, vehículos industriales y aplicaciones navales. Para FARE
INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Stefano Scutigliani, director
ejecutivo de Metalcastello
de Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Un torpedo, tal y como suena. Prestad
atención a esta palabra, o sea «torpedo», porque de alguna manera es la base de
lo que vamos a contar, pues la historia de Metalcastello —empresa de excelencia
de la región italiana de Emilia-Romaña, líder mundial en engranajes para
transmisiones mecánicas en muchos sectores manufactureros, como máquinas de
movimiento de tierras, tractores agrícolas, vehículos industriales y
aplicaciones navales— tuvo inicio precisamente con un «torpedo». Todo empezó en
1952 en Castel di Casio, aunque la sede principal se halla más cerca del centro
de Porretta Terme, un pueblo de menos de cinco mil habitantes entre los
municipios del Alto Reno. Estamos en el Apenino tosco-emiliano, muy verde y rico
también en innovación. Este lugar siempre ha sido un rebullir de ideas que
saben convertirse en empresa, logrando escalar los mercados mundiales.
Metalcastello lleva setenta años produciendo engranajes, pero al principio
ensamblaba las piezas de una motocicleta que se llamaba precisamente «Torpedo»,
fabricada por Dem, una de las ochenta y dos marcas de motocicletas existentes
en la zona de Bolonia. La empresa siguió siendo propiedad de sus dos
fundadores, quienes la dejaron a sus hijos, y luego, en los últimos diez años,
ha pasado a manos de dos multinacionales: la primera india y la segunda
española. En la actualidad, CIE Automotive, grupo industrial multinacional,
compite a nivel mundial en el sector de los componentes y de los ensamblajes,
situándose entre los primeros cien proveedores del mundo. Una alianza
estratégica que lleva esas raíces emilianas por todo el globo. El grupo opera
en tres áreas distintas, cotiza en la Bolsa de Madrid y está presente en 4
continentes, con 80 plantas de producción equipadas con las tecnologías más
innovadoras. La sede de Bolonia se desarrolla sobre una superficie de treinta
mil metros cuadrados y da trabajo a 300 personas, con un volumen de negocio de
70 millones de euros. En un 95 % se exporta al extranjero y el secreto de su
éxito reside en ser únicos en el mundo. Pero de verdad. «En lo que a engranajes
se refiere, el campo es muy amplio, pero en nuestro caso se trata de los
engranajes que van en órganos de transmisión de máquinas de movimiento de
tierras. Digamos que, a nuestra manera, con el tiempo nos hemos ido
especializando al industrializar el producto por cuenta del cliente. El
desarrollo del mercado extranjero ha llegado con los años: nos hemos ido
alejando de la producción en masa, plagada de competidores, y nos hemos
focalizado en un nicho de mercado específico, con unos engranajes de muy alto
contenido tecnológico», precisa Scutigliani. Sus competencias no se limitan a
la excelencia tecnológica y a la implementación de proyecto de componentes en
serie, sino que abarcan el diseño y la realización de soluciones completas y
personalizadas que ofrecen una respuesta a las exigencias específicas de cada
cliente.
Hacer
empresa es hacer escuela. Una empresa que, literalmente, hace escuela. Y en
ningún otro caso como en este, la formación se vuelve estratégica, identitaria,
entre otras cosas porque los dos empresarios locales consiguieron fundar esta
joya gracias a la presencia de uno de los mejores institutos técnicos de
formación profesional de Italia. Se llama Montessori Da Vinci, y sigue siendo
la primera forja de talentos para la empresa. «En el fondo, se trata de una
escuela creada gracias al impulso de una gran empresa que por entonces daba
trabajo a más de tres mil obreros y fabricaba escúteres y motocicletas. Hemos
transformado un factor de debilidad, o sea, el hallarnos descentrados respecto
a Bolonia, en una punta de excelencia. Empezamos por los colegios de primaria y
de secundaria, con un plan de orientación para las enseñanzas técnicas que ha
triplicado las inscripciones en el Instituto, convirtiéndose en nuestro factor
crítico de éxito. Y al cabo de cinco años hemos cosechado los frutos de dicha
inversión, con unos treinta jóvenes talentos que han ingresado en la empresa»,
afirma Stefano Scutigliani, director ejecutivo de Metalcastello.
Capital humano. Fabricación de engranajes,
decíamos. Están los que van dentro de los mecanismos de transmisión y los
órganos de los motores. «Nos hemos especializado en tractores y camiones y,
seguidamente, en vehículos especiales, adquiriendo clientes como Caterpillar o
Volvo. Pero nos ocupamos también de vehículos especiales para bomberos», dice
Scutigliani. En investigación se invierte, y mucho: nada menos que 2 millones
de euros cada año. He aquí el valor de una tecnología única, que es tal gracias
al capital humano y a una personalización que es la firma de la empresa, el
famoso saber hacer. «Conocer a quienes trabajan con nosotros es la patente más importante. Os pongo un ejemplo: una importante multinacional, cliente nuestro,
creó una competición entre diez proveedores. Cuatro renunciaron, pero de los
proyectos restantes, solo una campana aguantó pegada al árbol de transmisión, y
esa fue la nuestra. ¿El secreto? Pues que en nuestro taller de tratamiento
térmico teníamos a un compañero experto, quien, modificando el endurecimiento
del metal, consiguió reforzar su soldadura», recuerda Scutigliani. “La complessità resa facile”: hacer
fácil lo complejo, este es el eslogan de Metalcastello, que puede apreciarse
también en sus perspectivas de futuro. «Nos estamos abriendo al motor eléctrico
con encargos importantes. Apostamos por la sostenibilidad en el plano
energético y estamos llevando adelante un proyecto de reconversión al
fotovoltáico», recuerda Scutigliani.
https://podcast.confindustriaemilia.it/
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