En el valle de los motores de la región de Emilia nace un coloso líder en la transformación de los metales: de los clásicos aceros al carbono a los inoxidables. Y luego están las aleaciones de aluminio, las de titanio, las de elevada resistencia. Sin olvidar una cosa: la tecnología cuenta, pero lo que marca la diferencia son las personas. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Ivan Andreoli, director ejecutivo de Andreoli
de Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Algunos años
cuentan más que otros. Años que hacen historia. Porque no todos los años son
una sucesión de horas y de días. En algunos, esas horas y esos días valen
mucho, pero que mucho más. Son años en los que la memoria individual de cada
uno coincide al unísono con la colectiva. Uno de ellos es 1982. ¡Qué año!
Muchas y muchos —quién sabe, casi cualquier persona— lo recuerdan por las
hazañas deportivas de Italia en aquel campo de fútbol español que nos regaló el
mundial. Además de la exultación sin igual del presidente Pertini. Sin embargo,
aquel mismo año, mientras peleábamos por el título mundial, en el valle de los
motores, hecho de pasión, sudor, competencias y excelencias, estaba a punto de
nacer otra joya que acabaría permitiendo escribir nuevas páginas de futuro al
automovilismo. La
historia que estamos a punto de contar, pues, arranca justo en 1982, cuando dos
hermanos —Dino y Luciano Andreoli, empleados del sector de la metalmecánica y
con un futuro de empresarios por delante— fundan en Maranello la empresa
Fratelli Andreoli. El objetivo: fabricar vehículos innovadores. La intuición
surgió de la exigencia de sus clientes, los cuales venían pidiendo un medio de
transporte que en el mercado todavía no existía: los furgones camper. Dino y Luciano empezaron, pues,
a modificar furgones comerciales, transformándolos en función de las exigencias
del comitente. Y no pasan inadvertidos. También porque sus vecinos de casa son
bastante célebres y la profesionalidad demostrada desde el principio despierta
el interés de los dos equipos locales de Fórmula 1. De manera que, si bien es
verdad que Dino y Luciano comenzaron fabricando furgones camper, la nave industrial en la que trabajaban se hallaba en
frente de la sede de Ferrari, y las dos historias acabaron cruzándose,
permitiendo poner en marcha una serie de trabajos que en aquella época, en
Italia, no hacía nadie. Una cosa llevó a la otra: dieron comienzo, pues, las
primeras colaboraciones, convirtiendo a los dos hermanos en unos verdaderos
especialistas en el tratamiento de las aleaciones de aluminio y de titanio.
Desde 1982 hasta nuestros días. Una que visión se ha mantenido inquebrantable.
Y ahí es donde se aprecia esa fuerza en las manos unida a la potencia en el
metal, con la soldadura del aluminio, uno de los primeros talleres italianos en
hacerlo por cuenta propia. Por aquel entonces un pequeño taller, pero grande
como el mundo entero.
Personas y tecnología. Andreoli & C cuenta
hoy con tres plantas en Maranello y 56 empleadas y empleados entregados al
trabajo, el cual va en un 90 % al mercado italiano y en un 10 % al extranjero.
Sus clientes están ligados casi exclusivamente a los sectores de la automoción
y el automovilismo, la carpintería metálica, el aeroespacial y las actividades
relacionadas con la seguridad. Todo gira en torno al metalwork, es decir, la transformación de los metales. «En la
práctica nos referimos a una amplia gama de procesos de producción. Esta
actividad es fundamental en muchos sectores industriales. En nuestro caso
concreto, la transformación del metal no es solo la transformación de materia
prima en un pieza elaborada: cuando trabajamos una chapa o un tubo, nosotros
pensamos en aquello a lo que se va a destinar el producto que hacemos,
confiriéndole un alma a lo que vamos a transformar. Esto nos lleva a tener un
cuidado especial en nuestro trabajo, pues no va a ser un soporte o un tubo,
sino, por ejemplo, una pieza de un componente del mayor telescopio del mundo, o
bien va a terminar en la estación espacial internacional o a participar en las
competiciones de mayor nivel del automovilismo, o va a ser una pequeña pieza,
aunque igual de fundamental, en un gran almacén automático», afirma
Ivan Andreoli, el actual director ejecutivo, que empezó a trabajar en la
empresa en 2000, asumiendo el timón en 2003. La tecnología en sí misma no es
una peculiaridad destacable. «Lo que cuenta es tener una mentalidad abierta y ganas
de mejorarse en todo momento, sin miedo al futuro. Así es como el atrevimiento,
unido a la creatividad y a la competencia, se convierte en ese mezcla ganadora
que hace que las cosas ocurran», precisa Andreoli. Y cosas han pasado muchas: con el tiempo, la
empresa ha ido ampliando los tipos de transformación, ha ido
introduciendo nuevas tecnologías de producción y forma a las personas de manera
altamente especializada. «Estas competencias han evolucionado junto con las
nuevas tecnologías, lo que ha permitido disponer de un personal extremadamente
cualificado tanto en el uso del software de gestión de procesos como en
maquinaria de producción o en el dominio de lo que se estaba haciendo», dice
Andreoli.
Investigación
y comunidad. Por las
venas de la empresa corre la pasión por el automovilismo, pero en el fondo lo
que cuenta es el mejoramiento continuo, el detalle decisivo. «Trabajamos
todo lo que se puede soldar: desde los clásicos aceros al carbono hasta los
inoxidables, pero en lo que estamos especializados es en las aleaciones de
aluminio, las aleaciones de titanio, las de elevada resistencia y aceros menos
conocidos pero con los que se fabrican todos los nuevos automóviles. Es
precisamente nuestra labor de investigación y la de nuestros socios, clientes y
proveedores, la que nos ha llevado a trabajar materiales de rendimiento cada
vez mayor que no existían hace cuarenta años», dice Andreoli. Mientras
tanto, el 10 % del volumen de negocio es invertido en las actividades de I+D. Todo
ello supone afinar los procesos, mejorar el equipamiento y, sobre todo, formar
el personal. Vuelven a ser centrales, una vez más, las personas y esa idea de
empresa promovida en tiempos de Adriano Olivetti: “la fábrica no puede tener la
mirada puesta solo en la tasa de beneficio. Debe distribuir riqueza,
cultura, servicios, democracia. Yo pienso la fábrica para el hombre, no el
hombre para la fábrica”.
https://podcast.confindustriaemilia.it/
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