En
Castel Guelfo di Bologna, en el corazón del llamado Packaging Valley, se
encuentra una empresa que empezó desde cero en los años noventa y que se impuso
rápidamente con un innovador modelo de servicio al cliente. Airfluid, que hoy
lidera el mercado de los suministros industriales, nació de una feliz
intuición: comprender el paso de la mera novedad de producto a nuevas
soluciones de aplicación. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a
Stefano Battelani, director general de Airfluid.
de Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Los mercados
son conversaciones, recita el célebre manifiesto Cluetrain elaborado en el ya
lejano 1999 por un grupo de académicos. En aquellas 95 tesis presentadas a modo
de manifiesto se hacía una llamada a la acción a todas las empresas. Pero esos
mercados están también siempre en movimiento, sometidos a nuevos estímulos,
impulsados por tensiones internas y externas. Nada permanece igual, inmutable,
estático. La historia que vamos a contar pone de manifiesto precisamente esta
intuición: los mercados, con sus productos, servicios y soluciones, están
permanentemente en movimiento. Hay quien había entendido ya este aspecto a
finales de los años ochenta y estaba ya entonces, al igual ahora, tan
convencido de ello que construyó una empresa a raíz de ello. Nos encontramos en
Castel Guelfo di Bologna, localidad de cincuenta mil habitantes en los
alrededores de Imola. En concreto, en la zona llamada Poggio Piccolo, a dos
pasos de la salida de la autopista de Castel San Pietro que une la Emilia con
la Romaña, rodeada de importantes marcas asociadas al embalaje. No es
casualidad que Airfluid haya nacido justo aquí, es decir, en el corazón de la
Packaging Valley que produce innovaciones y soluciones para clientes ávidos de
futuro.
El
nacimiento de un modelo. «Justo a finales de los años ochenta, reflexionando
sobre el modelo de empresa de aquel entonces, intuí que el mercado de los
suministros estaba cambiando. En el fondo, se estaba pasando de la curiosidad
por los nuevos productos a la necesidad de soluciones aplicativas. Así, en
1990, decidí poner en marcha una actividad partiendo desde cero, pero con la
libertad de poder establecer un modelo que respondiera a las crecientes
necesidades del mercado. Este modelo preveía una estructura organizativa bien
precisa, capaz de ofrecer un servicio completo para, después, ofrecer
soluciones de valor añadido», cuenta Stefano Battelani, director general de
Airfluid. De hecho, treinta y tres años más tarde, esta fórmula, con la
fidelización del cliente, ha resultado ser un éxito. Hoy, Airfluid cuenta con
un equipo ágil y competente, 25 empleados con una edad media inferior a 40
años. El mercado italiano se aborda de forma directa, mientras que el global a
través de clientes exportadores de sistemas completos. El volumen de negocio
previsto para este 2023 es de alrededor de cuatro millones de euros, con un
crecimiento anual del 10 %. De los
inicios, Battelani recuerda una nave vacía, la construcción de un escritorio,
aún hoy conservado celosamente, y el entusiasmo por una nueva aventura. «El
momento más gratificante fue cuando por fin, tras muchos años de trabajo en
recursos humanos, tuve la sensación y la prueba tangible de haber formado un
auténtico equipo. En una escala de valores, creo que hay que partir del capital
humano, del sentido de comunidad y de mantenerse al día gracias a sistemas
innovadores», cuenta Battelani.
Retrato de la empresa. Hoy, Airfluid es un
socio global en cuanto a asistencia y suministro de componentes para la
automatización industrial: de hecho, se diseñan, proyectan y realizan sistemas
de transporte, estructuras y líneas de producción personalizadas, pero también
sistemas para la distribución de aire comprimido y gases inertes. «¿Qué es lo
más importante para nosotros? Ser capaces de ayudar a los clientes para
desarrollar sus ideas y requisitos con soluciones completas y eficaces. Y
después ofrecer una propuesta diversificada de productos y servicios capaces de
cubrir buena parte de sus necesidades en el desarrollo de su actividad
productiva», precisa Battelani. Fácil de decir, pero difícil de hacer. Sin
embargo, Airfluid ha sido capaz de convertirse en un compañero de viaje para
centenares de empresas. A decir verdad, casi setecientas. La empresa se ocupa
del desarrollo de sistemas de automatización, lubricación y sistemas de
transporte. También de estructuras e instalaciones para vacío, aire comprimido,
gases y fluidos a baja presión. Son muchas las empresas potencialmente
interesadas en los servicios: desde los constructores de máquinas y sistemas
automáticos a los usuarios finales como las plantas de producción. Desde los
sectores de la alimentación hasta la mecánica. Por esto, hacer empresa no es
algo estático, sino que vive en un contexto en constante cambio, adaptándose a
los flujos de mercado. Personas y tecnologías, dos elementos estrechamente
relacionados entre sí. Porque el capital humano se refleja en el tecnológico y
crea un binomio ganador. «Para nosotros la tecnología entró en juego para
agilizar y mejorar nuestros flujos de organización y producción con equipos
conformes a la industria 4.0. Nos gusta definirnos como técnicos, pero
simpáticos: pensamos que comunicar conceptos específicos de modo atractivo y
claro llega mejor a nuestros interlocutores y nos hace reconocibles», cuenta
Battelani. La fuerza aún está en los distritos, que no deben perder su
identidad, aunque cada vez estén más conectados entre sí. Battelani está
convencido de ello. «No se puede negar que la globalización ha conectado los
mercados, pero por este motivo es importante hacer emerger la identidad
territorial como marca de fábrica, llevando el nombre de nuestra región más
allá de nuestras fronteras como símbolo de excelencia».
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