De un pequeño taller de producción de licores y destilados artesanales a una marca exportada en todo el mundo. Desde Finale Emilia, en la provincia de Módena, la receta para mantener un carácter histórico a la vez que contemporáneo. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Paolo Molinari, director ejecutivo de Casoni
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Más de dos siglos de historia y aún
sentirse jóvenes. En el fondo, la receta de este elixir de larga vida reside en
una mezcla de ingredientes: está la labor de investigación, que no se ha
detenido nunca; está la comunidad, que siempre ha apoyado a esta empresa, y
está la ambición, que ha permitido escalar los mercados. Así es como un pequeño
taller de producción de licores y destilados artesanales, especializado en el
licor de anís, ha conseguido innovar sin tener que renunciar a su historia.
«Asumimos que la nuestra es una larga tradición familiar, que pusieron en
marcha en 1814 dos hermanos en un pequeño local en el centro de Finale Emilia.
Ahora hemos llegado a la séptima generación. Lo que hemos heredado es la pasión
de familia por nuestro trabajo y los fuertes lazos que nos unen con el
territorio. Luego se pasa por un proceso
de evolución, un camino hacia la innovación unido a la transformación de los
gustos y las tendencias que los distintos mercados experimentan», afirma Paolo
Molinari, director ejecutivo de Casoni, una de
las más antiguas destilerías y fábricas de licores de
Italia. Un carácter histórico y contemporáneo, en un equilibrio ganador.
«Desde nuestros comienzos, el proceso de producción ha experimentado
evoluciones positivas con certificados de calidad y un notable cuidado de la
cadena de producción y abastecimiento», precisa Molinari. Pero lo que también
puede leerse entre las líneas de esta larga historia es la revancha. Porque la
empresa fue adquirida de nuevo por la familia en 2016, tras diez años en manos
de una multinacional. «Para nosotros fue como retomar un camino que se había
interrumpido en 2007, cuando mi tío cedió la empresa. Han pasado muchas cosas
desde entonces y ha llegado la hora del desquite, porque nos hemos reapropiado
de una identidad, volviendo a adueñarnos de esta joya, y concluiremos este año
con un +16% respecto al año anterior, un volumen de negocio previsto de
alrededor de 39 millones de euro y, por tanto, con una tendencia sumamente
positiva», precisa Molinari. Sigamos con las cifras: hoy Casoni cuenta con
sesenta empelados en la planta de Finale Emilia, mientras que en su controlada
eslovaca, activa nada menos que desde hace veinticinco años, trabajan casi
treinta personas. Pero volvamos a Finale Emilia, un pueblo de quince mil almas
al este de Módena. «En un pueblo tan pequeño y unido, las vicisitudes de la
empresa las han vivido con gran afección. Esta recuperación es, pues, señal de
la viva pasión de una comunidad», dice Molinari.
De Finale
Emilia al resto del mundo. Una empresa que corre rápido.
Mario Casoni, quinta de 1939, fue un piloto capaz de marcar cincuenta años de
historia de automovilismo italiano, pero también fue un referente entre los
empresarios italianos: fue él quien llevó la destilería familiar a su éxito
internacional. Fue el punto de inflexión, por la gran intuición que tubo de
encaminar la empresa hacia el modelo industrial sin que esta perdiera su
espíritu artesanal, ligándose en la práctica a la gran distribución y, con el
paso del tiempo, a los mercados internacionales. «Un precursor de esta época:
alrededor de mediados de los 80, en una fase histórica en la que se pensaba
poco en la internacionalización y en las nuevas formas de escalabilidad de
empresa, lanzábamos una sociedad participada en Rusia y China», precisa
Molinari. Dada la época, se iba a tientas, pero se intuía la capacidad de
crecimiento. Aquellas intuiciones empresariales pioneras de abrirse al
extranjero y a los mercados en los que los productos podían tener salidas
comerciales considerables, dejaron huella.
A día de hoy, para Casoni Alemania es el mercado de referencia, ahí los
productos italianos son muy apreciados, especialmente los ofrecidos por esta
destilería. «Al fin y al cabo, aunque somos una fábrica de licores, ofrecemos
un producto italiano que lleva nuestra firma. Todo lo que vendemos tiene un
toque nuestro: el amaretto, el sambuca y el limoncello que exportamos con éxito a los Estados Unidos,
Inglaterra, Tailandia e incluso Filipinas. Recientemente, hemos empezado
también en Nueva Zelanda, así como en Bolivia y el Cuerno de África. Entre los
productos históricos, está el anicione
Casoni, el anís símbolo de la destilería. Es el licor de Finale Emilia. Después
de todo, nos encontramos justo en el corazón de la licorería europea: cuando
nuestra empresa fue fundada, había 17 destilerías, en la época en la que el
anís era el destilado por excelencia. Antiguamente, hace más de cien años, se
desayunaba con una copita de anís y un trozo de un hojaldre llamado Torta degli Ebrei (pastel de los judíos)
que te daba energía», recuerda Molinari.
Entre pasado y futuro. Luego está la labor de investigación ligada a la personalización de la
oferta. «Es un proceso de descubrimiento que hemos puesto en marcha junto a
grandes alquimistas y expertos del sector, incluso de fama internacional. Me
refiero a los conocidos bármanes Marian Beke y Daniele Dalla Pola, así como al
innovador de la licorería italiana Baldo Baldinini. La brújula con la que
adentrarnos en nuevos caminos sigue siendo nuestro territorio, con sus excelencias,
sus sabores, su cultura. Aquí hemos experimentado también algunas propuestas
ligando el vinagre balsámico a otros elementos como los frutos del bosque e los
higos. Una reinterpretación del sotobosque», cuenta Molinari. La labor de
investigación se centra en los temas contemporáneos relacionados con la
sostenibilidad. Casoni ha recibido el Premio a la Sostenibilidad otorgado por
Credit Suisse: clasificada con la mayor puntuación en la categoría de
medioambiente, entre las empresas candidatas con un volumen de negocio inferior
a 250 millones, Casoni destaca en el tema de la sostenibilidad medioambiental.
No es casualidad que, en Casoni, el
porcentaje de reciclado llegue casi a rozar el 98 %. Afrontar los retos del
futuro capitalizando las valiosas páginas del pasado: en el fondo, es esta la
receta de la excelencia.
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