En el packaging valley de Bolonia nace esta empresa que hoy cuenta con unas cincuenta personas, entre empleados y colaboradores, registra una facturación de 10 millones de euros y exporta el 75 %. «Nuestra fuerza ha sido la capacidad de cubrir toda la gama de servicios». Para FARE, Giampaolo Colletti entrevista a Giuliano y Alessia Cocchi, presidente fundador y directora ejecutiva, respectivamente, de Catta27
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
El helado en el mundo tiene una firma
totalmente italiana. O mejor dicho, emiliana. Porque precisamente en el hinterland boloñés nació un proceso que
ha redefinido el consumo, ampliado los mercados, expandido la estacionalidad,
creado desde cero una nueva generación de consumidores que han contribuido a
redefinir modos, ritos, mitos. Una revolución que con el paso de las décadas,
sobre todo desde los años 80, ha afectado a los mercados mundiales gracias a
las maquinarias innovadoras de Catta27. Esta empresa especializada en la
producción de sistemas para el helado nace en el corazón del packaging valley y su sede central se
encuentra en Zola Predosa, municipio de veinte mil habitantes del área
metropolitana boloñesa. Sin embargo, exporta a todo el mundo: desde Estados
Unidos a Japón, desde Finlandia a Sudáfrica. La historia de Catta27 está hecha
de ideas geniales, innovaciones generales, método y análisis. Mirar más allá,
partiendo de un mito, el helado. «Partimos de cero y, por consiguiente, fuimos
los emprendedores del helado. Pasamos de lo artesanal, con sus pequeñas cantidades
de productos finales. Hoy en día se producen treinta mil litros de helado por
hora. Teniendo siempre bajo control lo que es el helado artesanal», afirman
Giuliano y Alessia Cocchi, presidente fundador y directora ejecutiva de
Catta27, respectivamente.
La historia del helado. La
empresa, que hoy cuenta con unas cincuenta personas, entre empleados y
colaboradores, registra una facturación de 10 millones de euros y exporta el
75 % al extranjero, inició su andadura hace casi un siglo, en el lejano
1927. En aquel entonces se llamaba Cattabriga 1927 y fue la primera empresa del
mundo en sacar al mercado una máquina de hacer helados a motor. La idea nació
de Otello Cattabriga, que realizó en casa la primera máquina automática del
mundo para producir helado de forma constante y continua. Significó también una
revolución para los heladeros artesanos, ya que antes todo se tenía que hacer
de forma manual. Pero con el tiempo se empezó a solicitar que la maquinaria
tuviera una capacidad superior para escalar las cantidades, manteniendo
inalterada la calidad. Estamos en los años 70, el helado artesanal pasa a ser
semiindustrial para después, en los años 80, pasar a industrial. Nace una nueva
producción de bombones helados, polos y conos. «En aquella época, en Italia y
en el mundo, las multinacionales estaban muy especializadas. Sin embargo, desde
los inicios de aquella década, que cambió la historia de la heladería, nuestra
fuerza ha sido la capacidad de cubrir toda la gama de servicios, incluyendo el
tratamiento de la mezcla e incluso su almacenamiento», recuerda Cocchi. El
concepto base es garantizar al helado una producción continua, capaz de superar
la capacidad de producción de un obrador artesanal normal. «Las tecnologías son
fundamentales, pero es esencial el tratamiento de la mezcla y la medición de la
cantidad de aire, que a veces supera el 100 %. De esta manera, podemos
consumir también en invierno un helado que el artesano antes no producía en
absoluto y que rompe con las clásicas estacionalidades», dice Giuliano Cocchi.
El
helado italiano en el mundo.
Las raíces están plantadas en el territorio, pero la fuerza laboral en todas
partes con una internacionalización que sabe a visión. «Hoy como ayer, somos de
esa Italia que va, que produce, a pesar de todo y, cada vez más a menudo, a
pesar de todos. Los últimos dos años han puesto de manifiesto un problema
enorme ligado a la posibilidad de acceder a los mercados mundiales a causa de
la pandemia, entre la anulación de las ferias y la dificultad de enviar y probar
la maquinaria. Sin embargo, llegamos a todas partes, llevando nuestra
competencia y tecnología: hoy, los mayores mercados son Australia, Oriente,
India, Rusia, Rumanía, Georgia. Y, después, África. Sin embargo, el helado es
transversal, internacional», precisa Alessia Cocchi. Desde los días en las
primeras ferias en China, la única manera para ser proveedores de las empresas
locales. Instalaciones que había que montar para después ser vendidas. Y, antes
de nada, había que enviar. La mercancía llegaba a Hong Kong y a Pekín, pasando
por Mongolia. Lo recuerda bien Cocchi. «Cuando en 1980 comenzamos a pasar de lo
semiindustrial a lo industrial con las primeras líneas para hacer helado, se
abría el mercado chino, que antes era inaccesible. Pero participar en las
ferias era un reto titánico porque significaba llevar hasta cinco contenedores
de cientos de pies cada uno para poder venderlos después. La feria era la única
manera de entrar en China. Tuvimos suerte, fuimos en el momento en que se abrió
el mercado, no perdimos ocasiones», concluye Cocchi. Afrontar los retos del
mercado en el momento justo y después superarlos. Esta también es la receta de
las empresas excelentes.
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