Desde 1955,
esta empresa de Emilia-Romaña diseña y fabrica motorreductores, reductores y
variadores. Y además exporta a todas partes. Perfil de Varvel, un volumen de
negocio de 48 millones de euros, obtenido en un 70 % gracias a la exportación.
Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Mauro Cominoli, director
general de Varvel
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Hay un sótano del que una vez partió una
auténtica revolución: en Bolonia, en el lejano 1955, nacía una empresa que hoy
exporta un trozo de futuro en todo el mundo. Se trata de Varvel, sociedad
centrada en el diseño y fabricación de motorreductores, reductores y
variadores.
Personas y
tecnología. Los
reductores son dispositivos de transmisión mecánica mediante engranajes que
trasladan el movimiento de un motor (eléctrico o hidráulico) a la máquina en la
que son aplicados, reduciendo su velocidad para adaptarla a exigencias
específicas de funcionamiento. Mientras reduce la velocidad, el reductor
multiplica la fuerza entregada, que técnicamente recibe el nombre de ‘par
motor’. Los reductores Varvel son aptos para pequeñas y medias potencias,
versátiles, y pueden emplearse en la industria ligera, generalmente conectados
a un motor eléctrico. Hay versiones estándar y versiones especiales, diseñados
para clientes específicos y aplicaciones particulares o estudiados por encargo
del cliente para adaptarse a las exigencias de su maquinaria. La empresa
registra un volumen de negocio agregado de 48,2 millones de euros, con
previsiones de superar los 50 millones de euros en 2022, y emplea a unas 200
personas. Unas raíces bien plantadas en el territorio, en esa área
metropolitana de Bolonia que bulle de innovación. Nos hallamos en Valsamoggia,
una ciudad de 30.000 habitantes situada entre Bolonia y Módena. La sede central
se desarrolla sobre una superficie de 45.000 metros cuadrados. Además de las
oficinas, están los talleres de producción, donde cobran vida los más de
500.000 productos fabricados al año: torneado, fresado y rectificación del
diámetro, mecanizado de piezas de fundición, dentado, rectificación de la
evolvente, ensamblaje y logística. Pero en el fondo, desde este rincón de
Emilia-Romaña la mirada se dirige al mundo entero, pues de los cerca de 500
clientes, la mitad se hallan en el extranjero. «¿Nuestro ADN? Innovación en la
tradición, es decir, valorizar las experiencias del pasado para poder proponer
novedades al mercado. Y además, la proximidad a los clientes en todo momento»,
cuenta Mauro Cominoli, director general de Varvel. Mientras tanto, las
solicitudes han evolucionado con el tiempo, con la necesidad de acortar los
plazos de entrega, que son hasta de pocos días. Luego está la demanda de un
aumento de personalización, para lograr adaptarse a las exigencias de cada uno
de los fabricantes de máquinas e instalaciones. O la reducción de las partidas
y un aumento en las solicitudes de verificación y cálculos para la elección del
reductor más apto según las características de funcionamiento de las máquinas,
así como el nivel de calidad “cero defectos”, especialmente por lo que respecta
a los dos talones de Aquiles de los reductores: el ruido y las pérdidas de
aceite. «Trabajar se ha vuelto un reto aún mayor. Con la emergencia de la
pandemia, hemos intentado acercarnos a las necesidades de los clientes,
sumando, a nuestro servicio comercial y de márketing, el servicio de atención
al cliente, para solicitudes comerciales de cualquier tipo, e ingenieros de
aplicaciones para solicitudes técnicas relacionadas con la preventa; así como
el servicio de planificación de la producción del cliente, para la gestión del
flujo de su pedido, y el servicio posventa para la asistencia necesaria durante
el ciclo de vida del producto», precisa Cominoli.
Centralidad
del cliente. Pero para
comprender esta sana obsesión por los clientes, hay que dar un paso atrás. Más
bien unos cuantos pasos atrás. Porque todo empezó en 1955 en Bolonia, con la
llegada, al cabo de pocos años, a Francia y Holanda. Pese a que todo ha
cambiado con el tiempo (velocidad, tecnología, competencia a nivel
internacional), en Varvel han mantenido la preocupación por las personas, el
carácter familiar de la pequeña empresa inicial, la cercanía entre los
distintos niveles de la organización. La labor de I+D se alimenta con las
solicitudes de los clientes, que a menudo son el primer incentivo y la
inspiración para desarrollar nuevas ideas, y pasa por un equipo de diseño y la
colaboración de hace décadas con despachos técnicos y asesores externos. En
Varvel tienen también una sala de pruebas en la que efectuar los ensayos de
nuevos productos, nuevas soluciones o mejoras técnicas. «El nuestro es un
sector maduro y no es fácil inventar productos nuevos. Pero eso no quita que
estudiemos continuamente la forma de ofrecer al mercado productos cada vez
mejores en cuanto a fiabilidad y duración. Varvel ha sido la primera empresa en
llevar el concepto de la modularidad al campo de los reductores a partir de
1999 y en más de 20 años hemos ampliado aún más dicho concepto en todos los
productos de nuestra gama», dice Cominoli. Todos los productos son diseñados y
fabricados en Italia, pero la empresa está también presente en el mundo con dos
sucursales: una en los EEUU y la otra en India. Además dispone de una red
internacional con más de 100 socios comerciales. «El carácter internacional y
el empeño en la exportación siempre han sido algo imprescindible para Varvel.
Lamentablemente, con la pandemia las relaciones con nuestros distribuidores se
ha vuelto difícil, especialmente fuera de Europa: cuesta compartir nuevos
proyectos, explorar nuevos mercados que den salida a los productos y, como es
obvio, es totalmente imposible acompañarles en las visitas a clientes
potenciales. Nuestros mánagers, excepto por algún que otro viaje a Europa,
llevan inquietos dos años. El uso de las videoconferencias ha mitigado el daño,
pero la labor de desarrollo es complicada», puntualiza Cominoli. ¿El momento
más satisfactorio? Para Cominoli no cabe duda: una innovación respecto a los
fabricantes alemanes en el variador mecánico de velocidad, que además ha sido
patentado. Pero entre la tecnología y las personas, estas son las que más
cuentan. La tecnología por sí sola no funciona: las personas hacen que
funcione. Para gobernar el futuro, hay que ser cada vez más rápidos y
flexibles. Cambiar y mejorar cada día. Todo esto es posible.
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