En esa tierra a medio camino entre la zona de
Emilia y la zona de Romaña, se halla Dalfiume Nobilvini, pasión por el vino
desde hace tres generaciones. «Hemos tratado de transformar en empresa las
mejores expresiones y los valores de nuestro territorio, valiente y
hospitalario, para convertirlos en patrimonio de todos». Para FARE Insieme, Giampaolo
Colletti entrevista a Davide Dalfiume, administrador único de Dalfiume
Nobilvini
de Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Lo bonito de los confines es que pueden
superarse. Vale también para esas tierras intermedias que albergan la fuerza de
la acogida, el coraje de experimentar, la capacidad de sintetizar, una
temporada tras otra. Es lo que, en el fondo, ocurre desde hace más de medio
siglo en esa franja de tierra que demarca el final de la zona de Emilia y el
comienzo de la zona de Romaña. Familia y empresa, sintetizadas en una única
historia. Bienvenidas y bienvenidos a Dalfiume Nobilvini, una pasión ligada a
la producción vinícola desde hace tres generaciones. Aquí se cultivan vinos
autóctonos como el Pignoletto o el Sangiovese, rey de Romaña, que puede ser
también superior o reserva, así como la uva Albana, de un carácter tan fuerte y
estructurado que puede ser vinificada seca y pasa, o el Trebbiano también. Pero
no solo eso: este trozo de tierra es capaz de ensalzar además viduños
internacionales como el Cabernet Sauvignon y el Chardonnay, que dan vida a
vinos de destacada personalidad. «Hemos tratado de transformar en empresa las
mejores expresiones y los valores de nuestro territorio, valiente y
hospitalario, para convertirlos en patrimonio de todos. Haciendo nuestros vinos
nos olvidamos del paso del tiempo. Nuestra entrega y empeño nos llevan a
afrontar retos continuos, que se alimentan de pura pasión y se convierten, de
esta forma, en la garantía de una alta calidad, con un respeto absoluto por lo
mejor de la tradición agronómica y enológica», afirma Davide Dalifume, administrador
único de Dalfiume Nobilvini.
Historia
de una empresa de primera. Setenta años de historia, decíamos antes. Una
historia iniciada en tiempos remotos, entre esas largas hileras comprendidas
entre las zonas de Emilia y de Romaña. Nos hallamos en Castel San Pietro Terme,
la puerta de entrada a las tierras romañolas de interior, las auténticas y
pasionales. Aquí es donde tuvo inicio la actividad vitivinícola gracias a
Odoardo Dalfiume. La generación posterior, constituida por los hermanos Franco
y Gianni Dalfiume, estuvo al timón de la empresa a lo largo de los años 70, convirtiéndola
en una organización estructurada, líder en su sector en cuanto a capacidad
productiva y comercialización de los vinos típicos de Emilia-Romaña. Corría el
año 1949 cuando Odoardo Dalfiume decidió transformar su pasión por el vino en
su actividad principal. Todo empezó en Bolonia. Así es como, en la calle
Massarenti, poco afuera de las murallas de la ciudad, tomó forma la Casa
Vinicola Dalfiume. Eran los años de la posguerra, había que reconstruir el país,
la mirada estaba puesta nuevamente en el futuro, en una voluntad común de
desarrollo y redención. Tras cambiar de sede un par de veces, en 1975 se
adquirió la bodega Alberici Cleto, en Castel San Pietro Terme. Y este fue el
giro decisivo. La vuelta a casa, a las propias raíces. En 1991, tuvo lugar la
compra de la finca Tenuta Poggiolo, que pasó a ser la empresa vitícola de
familia, además de una excelencia del territorio: más de 70 hectáreas con una
vocación histórica por el cultivo de la vid, donde el cuidado de cada una de
las plantas se traduce en gestos cotidianos que expresan el amor por la viña, la
integridad del territorio y el respeto por las tradiciones. A mediados de los
años 90 llegó al timón de la empresa la tercera generación. Se trata de Davide
y Silvia, hijos, respectivamente, de Franco y de Gianni. De las enotecas y de
la venta al por menor, se dio el salto al sector de la gran distribución y se
ampliaron las cuotas de mercado.
Esta tercera generación continúa, todavía hoy,
el viaje iniciado por el abuelo. Dos marcas y una historia de familia: “Dalfiume Nobilvini” y “Villa Poggiolo”. «Producimos nuestros vinos con dos etiquetas
diferentes para poder ofrecer a nuestra clientela todo aquello que nos pide, pero
ambas tienen un elemento en común: poner en la mesa los valores de Emilia-Romaña.
La unión entre el mundo del vino y el territorio es una unión indisoluble: escueta,
delicada, respetuosa pero audaz. El territorio y sus viduños son nuestro tesoro
más grande», precisa Dalfiume.
Investigación y control de las actividades del ramo. En la actualidad, el Grupo
Dalfiume genera un volumen de negocio de 4 millones de euros, cuenta con una
plantilla de 23 personas y apunta a los mercados internacionales. «En nuestro
ADN están todos los valores de la empresa: un legado fuertemente enraizado en
el lugar de origen, una propensión a la innovación fundamentada en una visión
vitivinícola en constante evolución, la búsqueda incesante de la excelencia y
la preocupación por la sostenibilidad, que unas prácticas agrícolas y vinícolas
que obran respetando al máximo los terrenos y las vides, hacen posible, siguiendo
con la bodega y todas las prácticas de producción», dice Dalfiume. La labor de
investigación es crucial. Y en cada aspecto de la producción: desde la viña
hasta la bodega y cada fase de producción y comercialización. Porque la
producción de vino supone abarcar toda las actividades del ramo. «Hoy
investigar es importante en lo que respecta a la viña, para intentar adaptarse
a los grandes cambios climáticos, que nos exigen prestar atención en cada
aspecto del cultivo de la misma. Pero en este sector, la labor de investigación
llega hasta la fase de embotellamiento, en la que justo en los dos últimos años
hemos efectuado ingentes inversiones que nos permiten asegurar también a
nuestros consumidores —además de la alta calidad de las materias primas— el máximo rigor en la
producción», precisa Dalfiume. Un equilibrio entre autenticidad, carácter
genuino y tecnología. «Todo esto se persigue trabajando en las materias primas,
invirtiendo en capital humano y en su formación, haciendo día a día un
seguimiento de la evolución del vino en la bodega, utilizando solo productos
enológicos necesarios y, en su caso, sirviéndose de instalaciones y maquinaria
de vanguardia en cada aspecto de la producción. Lo que no cambia con el tiempo
es el deseo de formar parte de la vida del consumidor, que ama el vino, ya sea
que lo consuma cotidianamente o solo cuando sale de casa. Para hacerlo a la
perfección, tenemos que innovar, renovando las herramientas necesarias e
invirtiendo en el futuro y en nosotros», concluye Dalfiume. Día tras día, con
competencia, entrega, valentía. ¡Y chin, chin!
https://podcast.confindustriaemilia.it/
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