De
una intuición, hace casi un siglo, surgió un coloso en la zona de la Vía Emilia
que no para de sacar soluciones de alta tecnología y sostenibles. Así es como
la empresa líder a nivel mundial en la producción de tapones para la industria
del embotellamiento mira hacia el futuro. Giampaolo Colletti entrevista, para
«FARE Insieme», a Marco Checchi, director ejecutivo de Gruppo Pelliconi.
de Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Hay una empresa que brinda 32 mil millones de
veces al año. Porque esa es la cantidad de tapones que salen de esa zona, la
Vía Emilia, que bulle de intuición e innovación. Tapones que son fabricados y
abiertos en cualquier rincón del mundo, pero que poseen un corazón italiano, es
más: emiliano. Estamos en Ozzano dell'Emilia, un pueblo de menos de 15 mil
almas en el área metropolitana de Bolonia. Aquí es donde se mudó la empresa
Pelliconi en los años 60, la cual, sin embargo, fue fundada mucho antes en el
área de Bolonia, la ciudad de las Dos Torres. Corría el año 1939 y Angelo
Pelliconi, un pequeño fabricante de pequeños accesorios metálicos, un día vio
algo más en una chapa de botella estadounidense, dando vida a la empresa Angelo
Pelliconi, que hoy se ha convertido en Pelliconi SpA, un emblema del made in Italy en el sector del sellado
de botellas. Una historia de innovación en el producto, pero también de una
búsqueda espasmódica de nuevas ideas que van más allá del metal o el plástico,
componentes tradicionales del embalaje para la industria de alimentos y bebidas.
En sus inicios, la empresa contaba con unos cuarenta empleados, motivados y
multitareas, como diríamos hoy. Las planchas de metal se transportaban a mano y
los tapones se hacían con máquinas semiautomáticas. Aquí cobraban vida también
las cápsulas de aceite y de vino e incluso las cajitas de las míticas pastillas
de la tos Re Sole. Luego, en 1975, llegaron las primeras máquinas evolucionadas
para tapones corona. De ahí a los tapones con juntas de corcho, para luego
pasar al PVC en los años 80. Y por último, en 2008, la llegada del
revolucionario tapón Maxi P-26 con anilla abrefácil. «Nunca hemos dejado de innovar, para nosotros siempre ha sido una
sana obsesión. En el fondo, el embalaje debe ser bonito, inteligente y
responsable». Lo repite como un mantra Marco Checchi, director ejecutivo de
Pelliconi, un mánager que llegó a la empresa en 1984 como jefe de compras y
que, desde este año, es Cavaliere del Lavoro (condecoración otorgada en Italia
por méritos en el trabajo, n.d.t.).
Innovación con un corazón verde
Su mercado de
referencia está ligado en un 50 % a la cerveza, luego están las bebidas y el
agua mineral. Pero para comprender bien su peso en el sector, tenemos que
pensar que se sus soluciones se adoptan por doquier. «Estamos convencidos de que nuestro enfoque en la sostenibilidad de
los negocios sea el mejor camino para proseguir con la trayectoria de éxito que
nos ha permitido llegar a ser lo que hoy somos. Para asegurar a nuestros
clientes y a los consumidores los mejores productos, todas nuestras plantas de
producción se ajustan a normas internacionales cada vez más exigentes en cuanto
a calidad, seguridad alimentaria y medioambiente. Nuestra creatividad va
encaminada a lo útil, pero ante todo está el respeto: por las personas, por la
comunidad, por el medioambiente» dice Checchi. La empresa embotelladora es,
pues, sostenible, pero también de alta tecnología. Como sus embalajes, cada vez
más reciclables y de número limitado. Y luego están las innovaciones
relacionadas con la inteligencia artificial, para el control y reorganización
de los tapones en el almacén. «Miramos
por la maximización de los beneficios, pero de manera consciente. La
sostenibilidad forma parte de nuestro ADN, desde siempre. Llevamos elaborando
un balance de sostenibilidad desde 2011, el cual, a partir de este año, es
revisado por Deloitte & Touche SpA. Solo de esta forma es posible ligar los
negocios a acciones concretas y cuantificables para la salvaguardia del
medioambiente. Me estoy refiriendo al ahorro energético, al control de las
aguas, a la gestión de los residuos, a las actividades relacionadas con la
formación y la seguridad laboral» precisa Checchi. Antes que los negocios o el
dividendo de los accionistas está la comunidad. En 2020, la empresa ha lanzado
la iniciativa Pelliconi Plants a Forest: junto a la emergente Treedom, ha
conseguido plantar 3.282 árboles en 5 países del mundo y contribuir al
sustentamiento de 200 campesinos con sus respectivas familias.
Antes que los negocios, viene la cultura
Raíces firmes en el
territorio y la capacidad de escalar los mercados. A día de hoy, Pelliconi
cuenta con 5 plantas de producción en todo el mundo, 2 de ellas en Italia (una
en Ozzano dell'Emilia y otra en Atessa, en la provincia de Chieti). Luego está
la planta egipcia de El Cairo, la de Orlando, en los EEUU, la de Suzhou, en
China, y se está abriendo la sexta en el distrito nacional de alta tecnología
de Changzhou. Hoy la empresa da trabajo a casi 600 personas, con un volumen
anual de ventas de 154 millones de euros y un volumen de exportación que roza
el 95 % de la producción, llegando a más de 100 países. La clave es ser glocal. Cercanos a lo local pero
internacionales. Es la cultura del local for local (servicios locales para
empresas locales, n.d.t.), basada en la transparencia, en el respeto, en la
escucha. Una empresa con un tejado de cristal. Después de todo, la visión de
una empresa se materializa en su “manera de ser, de pensar, de trabajar”. «Este enfoque tiene también una ventaja
competitiva. Y además: las personas tienen que ser las que son. Es lo que
permite conectar, por ejemplo, con el consumidor chino, que no es igual que el
africano». Prestar atención a las diferentes culturas, pero también a las
diferentes generaciones. Así es como se creó, hace diez años, el Laboratorio
Angelo Pelliconi, una “universidad para la creación de valor”: un contenedor de
oportunidades de formación para las empleadas y empleados de la empresa y para
la comunidad, con cursos impartidos por los directivos de la empresa mismos. «Se trata de una escuela donde se
enseña economía básica para todos los empleados. Damos la palabra a nuestros
ancianos, nuestra memoria histórica: así es como legamos la tradición de la
cultura industrial, esta es la verdadera forma de transmitir de una generación
a otra. La cultura no ha de convertirse en un lastre, porque la empresa tiene
que poder cambiar, pero puede sintetizar principios y construir renovación»
dice Checchi.
Un tapón que supone mucho más
«La palabra smart
tiene varios significados. Hoy significa que un envase es inteligente porque es
capaz de recopilar datos sobre el contenido, llevando a cabo una especie de
elaboración de perfiles. Pero además hay otro significado, que plantea el
envase como algo más: todo ello implica un uso menor de materia prima, así como
la adopción de formas que facilitan otros usos del mismo tapón», cuenta
Checchi. Un tapón que supone otras
cosas, además de ser un tapón. La labor de investigación abre nuevos caminos
para un marketing que se reinventa aprovechando también los materiales en
constante evolución. Pelliconi ha creado, pues, un tapón corona que, en lugar
de los dientes, presenta un rebordeado en cuyo espacio es posible imprimir
datos adicionales. Además, hay aspectos relacionados con los nuevos materiales
procesados, como el hecho de que no contienen metales pesados. «La labor de investigación mejora las
prestaciones y limita el impacto en el medioambiente. El tapón se convierte en
una palanca de marketing. Todo empezó precisamente con las promociones llevadas
a cabo sobre los tapones. Anteriormente eran simples actividades, mientras que
hoy se crean códigos alfanuméricos que remiten a la experiencia de navegación
en un teléfono inteligente. Gracias a ellos, los embotelladores tienen la
posibilidad de ofrecer promociones a un ritmo muy seguido: hoy, con un
software, podemos cambiar rápidamente concurso, elaborar los perfiles de los
consumidores con un código QR específico e imprimir sobre los tapones
diferentes tipos de mensajes. Esconden también tráileres o juegos que parten
del tapón mismo, el cual pasa a ser algo más». Y luego está la apertura hacia
las pequeñas y medias empresas artesanas, como las cervecerías que están
proliferando más o menos por doquier y que hasta ahora principalmente podían utilizar
solo tapones anónimos. Para ellas ha
llegado P•ink, el nuevo servicio para la impresión digital sobre el tapón,
desarrollado internamente y patentado para productos personalizados incluso en
pequeñas partidas.
Una familia extendida
El porvenir, sin
embargo, se construye empezando por el pasado y mirando hacia el futuro. «El nuestro es un trabajo en equipo. A
fin de cuentas somos una familia extendida que va de los Estados Unidos a
China. Y como ocurre en las familias, cuando hay alguien que pasa por momentos
difíciles, se le ayuda. Después de todo, es como si tuviéramos una baraja de
cartas y fuéramos sacando una carta cada día: no siempre puede tocarte la
buena». La pandemia ha sido algo así. Para Checchi, la COVID 19 ha sacado a
relucir las debilidades del sistema y le ha dado la vuelta a una normalidad que
dábamos por sentada. «Nosotros hemos
seguido haciendo nuestro trabajo aún mejor si cabe, y con procedimientos
extraordinarios que hemos puesto en pie en muy poco tiempo. Nos ha enseñado a
trabajar todavía más en equipo, lo que implica saber escuchar». Después de
todo, solo con los oídos bien abiertos pueden percibirse las señales del
futuro.