Un viaje por la zona del Valle del Motor de Emilia-Romagna, que todo el mundo nos envidia, con su mezcla de tecnologías avanzadas, competencias especializadas y una extensa cadena de suministro. «Hoy hacen falta sustancia tecnológica, visión de futuro, inversiones constantes en nuevos productos y, sobre todo, las personas apropiadas». Para FARE Insieme, Giampaolo Colletti entrevista a Claudio Domenicali, director ejecutivo de Ducati..
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Hay historias de empresa que se
convierten en mito, volviéndose memoria colectiva compartida. Una especie de
esperanto que puede ser comprendido en cualquier parte del mundo. Y la que
estamos a punto de contar es precisamente una de esas. Una historia surgida
bajo el cielo emiliano de principios del siglo pasado para poner en contacto a
las personas, literalmente. Porque lo que hoy es el coloso Ducati, en el lejano
1926 era en realidad una pionera empresa emergente levantada por el ingeniero
Antonio Cavalieri Ducati con el fin de investigar y fabricar tecnologías para
la comunicación vía radio. El objetivo de Ducati era claro: dar salida a las
intuiciones (en breve transformadas en patentes) que su hijo Adriano, pionero
de la transmisión radiofónica, desarrollaba. Fue precisamente este muchacho
trotamundos quien puso en marcha la primera conexión radio estable entre Italia
y los Estados Unidos y la primera conexión simultánea entre los cinco
continentes. Pero la empresa no tardó en experimentar bastante más allá de la
radio, llegando a producir incluso un condensador especial en el sótano de un
bloque de pisos del centro de Bolonia. De los primeros aparatos radiofónicos se
pasó a los proyectores cinematográficos y luego a las máquinas de afeitar
eléctricas, hasta desembarcar en el sector del motociclismo en 1946. La
innovación siempre ha sido un elemento crucial en la historia de esta empresa,
ligada indisolublemente al nacimiento del Motor Valley (el valle del motor) en
Emilia-Romaña, ese distrito industrial de saberes y tecnologías que todo el
mundo nos envidia.
«Los lazos de
unión son la fortaleza de una marca que está enraizada en su territorio, pero
cuya mirada está abierta al mundo entero. Un territorio, ese, en el que se
siente la pasión por las cosas bellas y bien hechas. Claramente, la evolución
tecnológica y el aumento de la complejidad, para poder hacer bien las cosas en
el mundo, exigen tener un tamaño y un alcance cada vez mayores. Tenemos que
explotar todo el mercado mundial y por eso nuestra política de empresa es crear
productos que fascinen a todo el mundo, apostando por los sistemas digitales,
que hoy nos dan una oportunidad extraordinaria», afirma Claudio Domenicali,
director ejecutivo de Ducati, quien entró a formar parte de la empresa en 1991,
con una licenciatura en ingeniería mecánica por la Universidad de Bolonia en el
bolsillo. Su historia recuerda aquella, legendaria, de otro gran directivo, ese
Alan Hope, jefe de Unilever, que se incorporó a la multinacional tras
licenciarse, donde empezó a trabajar como becario en la división de marketing,
para acabar convirtiéndose en director ejecutivo mundial. «De mis comienzos recuerdo una empresa todavía pequeña, pero que ya
por entonces no paraba de experimentar igual que ahora. En aquella época, en
los primeros años 90, éramos solo tres ingenieros y hoy somos más de
trescientos. Luego está la larga historia de la empresa, que arranca en 1926,
llena de altibajos. Desde la década de 2000, el crecimiento es constante y hoy
nos encontramos en el mejor momento de nuestra trayectoria. Ha habido muchos
momentos difíciles; a fin de cuentas, nos movemos en un mercado donde hay mucha
competición y regocijarse en el prestigio de la propia marca no es suficiente:
hacen falta sustancia tecnológica, una visión amplia de futuro, inversiones
constantes en nuevos productos, servicios y soluciones. Y luego hay una
enseñanza con la que yo me quedo por encima de cualquier otra: cuando las cosas
van bien es precisamente cuando más hay que invertir en el futuro», dice Domenicali
sin medias tintas.
Distritos industriales reticulares
Una empresa que contiene muchas otras. Porque cuando se habla de
Ducati, su historia hay que contarla necesariamente en plural: están también
las actividades satélites con su extensa cadena de suministro. así como los
lazos con las instituciones académicas y con los lugares del saber, los cuales, en este valle de los motores, que
es todo trabajo, pasión y concreción, se convierten inevitablemente en lugares del hacer. «Hoy las distancias en el mundo
son más cortas, pero la pandemia y el consiguiente trastorno de los volúmenes
de producción, que primero se desplomaron y luego crecieron rápidamente después
de la crisis, ha tensado los sistemas productivos y logísticos. Lo que ahora
nos preguntamos es cuál debe ser la forma correcta de actuar en un distrito
industrial de excelencia. Hay tecnologías disruptivas
en el mundo y creo que habrá que ser muy selectivos. Nosotros tenemos un gran
tejido productivo, una cadena de suministro de componentes que el mundo nos
envidia y este es un valor que hay que preservar», precisa Domenicali. Pero a la
pregunta sobre qué es lo que ha permanecido inalterado desde la fundación hasta
hoy y qué es lo que, sin embargo, ha mutado con el tiempo, este ingeniero no
tiene ninguna duda. «Lo que no ha cambiado ha sido
nuestra pasión por las cosas bellas y bien hechas, cosas de gran calidad y
distintivas, como también sigue siendo la misma la pasión por las emociones que
el producto puede ofrecer. Lo que ha cambiado en la evolución histórica de la
empresa es su competencia técnica y tecnológica, la capacidad de aventurarse en
la investigación y la innovación hasta el punto de que hoy podemos decir con
seguridad que, en varios campos, Ducati representa la frontera tecnológica de
nuestro sector. Y todo ello es el resultado de mucho trabajo, de muchas
inversiones, de muchas personas».
La gente por encima de todo
Exacto: las personas. Para Domenicali, la mejor estrategia es
involucrarlas en la toma de decisiones de la empresa. «El welfare, es decir, los beneficios sociales, lleva al wellbeing: al bienestar y al orgullo de
estar juntos. Aunque no somos perfectos, intentamos, en todo momento y con gran
atención, darlo todo por nuestras personas. Después de todo, los primeros fanes
de Ducati son nuestros empleados y empleadas, hasta tal punto que los clientes
también acaban percibiendo ese sentido de participación. Con el cliente,
además, logramos sentirnos identificados. No solo somos fabricantes: los lazos
que nos unen están basados en una relación de confianza, casi religiosa, una
comunión de intenciones. Todo esto se refleja en todos los ámbitos de una
empresa caracterizada por la sonrisa. Durante la pandemia nos hemos preocupado
de ofrecer a nuestros colaboradores pruebas PCR gratuitas y la oportunidad de
trabajar a distancia, pero queremos ir más allá de estos servicios: el objetivo
es hacer que las personas se sientan protegidas cada día, más allá de la
retórica», dice Domenicali. Diseño, belleza, confianza. Así
como un esmero obsesivo en el producto. «Nos encontramos en un momento de
grandes cambios: estamos experimentando una aceleración en la digitalización
inherente a los componentes de software de los productos y la interacción con
el cliente, a la vez que un fuerte impulso hacia la sostenibilidad. Los retos
están relacionados con la propulsión eléctrica que se está desarrollando en el
mundo de las dos y las cuatro ruedas y nosotros nos comprometemos a darle
respuesta, planteándonos montones de preguntas», concluye Domenicali. Una vez
más, el futuro que corre rápido se escribe juntos.
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