Innovar adelantándose a la época y acercando a
los clientes soluciones que aún no existen, haciendo cosas que los demás no
hacen: este es el manifiesto identitario de esta empresa que, desde los
alrededores de Bolonia, desarrolla un volumen de exportación del 90 %, con 89
patentes activas y destinando el
5% de su volumen de negocio a I+D. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti
entrevista a Massimo Franzaroli, presidente y director ejecutivo de Pulsar
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Hay empresas que ayudan a otras empresas a trabajar de la
mejor forma posible. Lo hacen con tecnologías avanzadas, competencias
profesionales integradas y mucha labor de investigación y desarrollo. Es esta
la historia de Pulsar Engineering, que se ocupa de la fabricación de máquinas
automáticas y sistemas de transporte. Nos hallamos en Castel Maggiore, un
pueblo de veinte mil habitantes situado a nueve kilómetros al norte de Bolonia.
Aquí, en 1989, es donde surgió esta empresa que desde el primer momento decidió
probar a diseñar el futuro, destinando el 5 % de su volumen de negocio a I+D. Hoy día,
Pulsar dispone de nada menos que 89 patentes activas a nivel nacional e
internacional. «Empezamos en 1989, cuando nos dimos cuenta de que teníamos algo
verdaderamente innovador. Fuimos los primeros en depositar unas patentes
centradas en el software para la integración de máquinas automáticas, cuya
velocidad de producción, conectadas en red, era posible regular para
optimizarla»,
cuenta Massimo Franzaroli, presidente y director ejecutivo de Pulsar.
Búsqueda de valor. Empresa internacional
por definición. Lo dicen las cifras, con un 90 % de ventas en el extranjero y
dos sucursales en los Estados Unidos y en China. Pero para mirar fuera de las
fronteras nacionales hay que apostar por el capital humano. No por nada, el
primer valor que esta destaca es people
first. «La
persona es fundamental para una empresa basada en lo que no hay y su valor se
pone de manifiesto con la curiosidad. Las personas curiosas son quienes más
aprenden y más ganas tienen de trabajar. Con nosotros, no se lleva a cabo una
única actividad, sino que se trabaja en rotación y, por tanto, no queda de otra
que ponerse en juego y desarrollarse profesionalmente. Esta empresa nació como
oficina técnica de diseño mecánico por cuenta ajena y por ello conocer el
cliente ha sido siempre algo fundamental. Luego, entre los demás valores, está
sin duda la sostenibilidad, que se pone de manifiesto en la reducción del
consumo energético, en una menor huella medioambiental y en las soluciones de
nuevos materiales surgidos del reciclaje de los consumidos», precisa
Franzaroli.
Innovar adelantándose a la época para acercar a los clientes
soluciones que aún no existen, haciendo cosas que los demás no hacen: este es
el manifiesto identitario de Pulsar, que hoy se centra en la seguridad y
ergonomía de las máquinas, pero también en las tecnologías digitales. La
empresa se concentra en el sector de las servilletas y pañuelos de papel, el
embalaje y la automatización, ofreciendo soluciones personalizadas en base a
las solicitudes del cliente. «Hemos atravesado cuarenta años de automatización. Lo
que están pidiendo hoy los clientes es tener sistemas de automatización
inteligentes, es decir, que eliminen la fatiga del operador, pero también la
presencia constante de este. Después de todo, forma parte de nuestro ADN el
construir trajes a medida, anticipando las necesidades y probando a identificar
los retos futuros», dice Franzaroli. Para Pulsar, esto ha supuesto siempre visitar
las fábricas, comprender las dificultades potenciales, plantear las soluciones
técnicas y ofrecer soluciones creíbles y mensurables. Sin embargo, hoy día esto
es algo fácil de decir pero difícil de poner en práctica. Porque la emergencia
de la pandemia ha reescrito las relaciones entre empresa y cliente. Si antes se
viajaba mucho, acudiendo a cada rincón del mundo para poner en marcha la
maquinaria, durante el tiempo suspendido entre confinamientos y restricciones,
todo se ha vuelto e-smart, una gestión inteligente de la puesta en marcha de
las instalaciones a distancia, por internet.
Anticipar
el futuro. Pulsar ha
depositado además patentes internacionales, desde Japón a Norteamérica. Una
visión amplia que ha permitido a la empresa ser pionera en algunas fases
importantes de la innovación de proceso: ha sido una de las primeras en
ocuparse de eficiencia con softwares de trazabilidad para lograr entender dónde
se generaban obstáculos a las capacidades productivas. Y ha sido una de las
primeras en crear sistemas robotizados para el embalaje. «Desde el
principio, hemos tenido una idea de producción desafiante y futurista. Pero un
futuro que existe ya, porque esta tecnología es soporte de todo lo relacionado
con el comercio electrónico», precisa Franzaroli. Hacer un rastreo del almacén,
ofrecer soporte a la logística y la intralogística dentro de las fábricas,
replantear el viaje del producto. Es un trabajo complejo, el llevar los
productos hasta las estanterías de la gran distribución. Más aún después de la
emergencia de la pandemia, que ha dado pie a nuevas exigencias. Porque hoy la
acción de comprar por internet obliga a las fábricas a pasar por una revolución
necesaria: no ya grandes almacenes, sino un sistema productivo que permita
tramitar el pedido el día mismo que es recibido y entregarlo al día siguiente.
Así pues, hay que abandonar el concepto de máquina automática para dirigirse
hacia un sistema robotizado modular adaptable a varios tipos de producto. «El reto
es lograr unas líneas de producción flexibles más lentas, pero con un tiempo de
respuesta más coherente con las exigencias del mercado. De esta forma se reduce
la cantidad de existencias en almacén, se produce con mayor flexibilidad
organizativa y se pasa de valoraciones meramente cuantitativas a dinámicas más
cualitativas en la gestión de las mercancías», precisa Franzaroli. Hoy se
razona en términos de fábrica inteligente, con un sistema integrado y
robotizado de todo el proceso productivo, desde la entrada de la materia prima
hasta la salida del producto acabado. Después de todo, mesurando el gasto es
como se ahorra. «Nosotros trabajamos mucho con la mecánica y hemos notado que
nuestros softwares, mediante la gestión de la velocidad en las líneas de
producción, permitían ahorrar hasta un 20 % más ofreciendo el mismo servicio.
Hoy estamos trabajando en la transformación de las fábricas inteligentes para
hacer que las líneas sean más flexibles, más sencillas, más integradas, más
transparentes»,
dice Franzaroli. Luego está el reto que va más allá de la movilidad sostenible,
con una bicicleta eléctrica que se convierte en tricicleta: se llama Trac3 y es
una bici de montaña que da la posibilidad, a cualquier persona, de moverse por
todo tipo de superficies con la máxima seguridad y sin renunciar a la diversión
y al dinamismo. El vehículo está equipado con dos ruedas directrices en la
parte delantera, en lugar de una. Esta característica proporciona tres zonas de
contacto con el suelo, en contraste con las habituales dos ruedas. Una vez más,
el futuro es de quien pedalea rápido.
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