Siete
generaciones han marcado la historia de esta empresa nacida en 1796 y reconocida
en el mundo como la guardiana del arte del chocolate. Hoy, Majani cuenta con 42
empleados y un volumen de negocio de 10 millones de euros, con un crecimiento
del 25 % que la devuelve a los niveles anteriores a la pandemia. Desde la
calidad al embalaje innovador, un viaje a la excelencia de la confitería. Para
FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Francesco Mezzadri Majani, director
ejecutivo de Majani
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
«He aprendido a conocer
los dos únicos remedios contra el dolor, la tristeza, el mal humor y las
heridas similares del corazón humano: son el chocolate y el tiempo. Quiero
decir que cuando te sientes triste y afligido, basta con comer un poco de
chocolate o esperar un poco de tiempo». Esto escribía en torno a mediados del
siglo XX el escritor y poeta Tommaso Landolfi. Así, ese vínculo indisoluble
entre el tiempo y el placer encuentra una síntesis en una de las empresas más
icónicas en la producción y venta de chocolate. Una empresa nacida allá por el
lejano 1796 y que en más de dos siglos de historia ha marcado los hábitos
alimenticios y la costumbre de comer chocolate. Estamos en la provincia de
Bolonia, concretamente en Valsamoggia. Aquí se encuentra la sede central de
Majani con dos plantas que se extienden sobre casi ocho mil metros cuadrados
para un control total de la cadena de producción. También está el punto de
venta histórico, activo desde hace más de doscientos años en el corazón de
Bolonia, a dos pasos de las Dos Torres. Nos encontramos en via Carbonesi, la
calle que junto a Farini y Barberia servía de vía romana entre las colinas. Fue
justo aquí donde en 1830 se adquirió un inmueble de cinco mil metros cuadrados
que con los años los propios boloñeses rebautizaron como Palazzo Majani: en la
planta baja estaban el obrador y la tienda con el salón de té y, en el primer
piso, los apartamentos de la familia. Pero lo que más llama la atención de la
historia de esta empresa —y, en el fondo, de las siete generaciones que la han
dirigido— es esa idea de viajar, experimentar, innovar, aún teniendo las raíces
ancladas en la propia tierra: es en 1856 cuando Giuseppe Majani, en una Italia
aún dividida en estados y ducados, llega a Turín para adquirir los sistemas más
modernos de aquel tiempo para la elaboración del chocolate. Desde la sede
histórica a nuestros días: hoy a este espacio se asocian las tiendas temporales presentes en la
estación de Termini de Roma y en la estación central de Milán que deleitan el
paladar de los pasajeros.
La calidad ante todo. Pero hay un hilo
conductor que une el pasado con el presente de esta empresa que cuenta con 42
empleados y que en 2021 tuvo unos ingresos totales de más de 10 millones de
euros con un EBITDA de 1,8 millones y un crecimiento del 25 % que ha
llevado a la empresa a unos niveles previos a la pandemia. Y está esa obsesión
por la calidad de las materias primas. Lo repite como un mantra Francesco
Mezzadri Majani, director ejecutivo de Majani. «La calidad lo es todo.
Se deben comprar las materias primas más caras porque son las mejores. Las nuestras
llegan de las mejores plantaciones y las elaboramos siguiendo todo el ciclo de
producción de la elaboración tradicional del chocolate. Para nosotros,
esto es esencial. Pero aunque los ciclos de trabajo sean los tradicionales, hay
que estar en sintonía con los tiempos para ser competitivos en el terreno de la
exquisitez, de la calidad, de la belleza», afirma Majani. También hay un
elemento que es la firma principal de esta empresa: producir el chocolate
partiendo de las semillas de cacao crudo. Esta elaboración lo hace inimitable.
«Solo lo hacemos nosotros. Compramos veinte calidades de cacao, tostamos los
granos e iniciamos el ciclo de elaboración mediante el cual se produce la pasta
de chocolate que, derretida en los moldes, dará lugar a los diferentes
productos. Producimos el chocolate, compramos las avellanas y las almendras
crudas y las tostamos, adquirimos el azúcar cristalino que transformamos en
polvo. Es por ello que nuestro chocolate es único», precisa Majani. Bueno para
comer y bonito para la vista: un chocolate que rezuma esa historia elevando la
calidad a marca de la fábrica. Esta singularidad también se plasma en el
embalaje, en el envasado, en la idea de que la caja hable, contando una historia que contiene muchas otras. Porque la
vista también desea su parte y tratar de hacer productos desde un punto
estético es un valor añadido para una clientela refinada.
Historia, calidad, genialidad.«El chocolate de
excelencia desde 1796», dice el eslogan. Y en todo ello se puede ver el trabajo
de siete generaciones de maestros del chocolate, galardonados con importantes
reconocimientos: Exposiciones Universales de París (1867 y 1878), Viena (1873)
y Milán (1881). La tradición les ha permitido estar considerados entre los
grandes. Lo recuerda también la marca con tres escudos de armas: el de la Casa
Real de Saboya —la empresa se convirtió en 1878 por voluntad de Humberto I en
proveedora oficial, en un joven Reino de Italia—, el de la Casa Real del Sermo.
Sr. Infante Duque de Montpensier y el de la Casa Real del Sermo. Sr. Infante
Don Antonio de Orleans.Uno de los productos que ha hecho más historia que el
resto es el Cremino Fiat: cuatro capas de sedosa delicia de avellanas y
almendras, la joya de la corona de Casa Majani, nacido en 1911 para celebrar el
lanzamiento del nuevo automóvil de lujo Fiat Tipo 4. Todo partió de una
iniciativa publicitaria deseo del fundador Giovanni Agnelli. En aquella época,
las primeras reseñas del producto —así las llamaríamos hoy— fueron de clientes
ilustres como Gabriele D'Annunzio, Guglielmo Marconi, Giosuè Carducci. Otra
genial idea de casa Majani es la Scorza: se trata del primer chocolate en forma
sólida realizado en Italia, nacido en 1832. Además, está ese vínculo visceral
con el territorio: nacen así en el 2000 los tortellini de chocolate, creados
por el entonces maestro chocolatero y responsable de producción Mario
Contavalli. «El chocolate es
el de siempre y se hace siguiendo la estela de la tradición, pero hay una
escucha activa del consumidor. El objetivo es satisfacerlo: si prometo
una cosa, la debo mantener porque la credibilidad lo es todo», precisa Majani.
Para él, el momento más satisfactorio fue en 1985, año en el que se convirtió
en director ejecutivo y cuando en 1989 volvió a comprar toda la empresa, cedida
por la familia en un 75 % del capital en 1976. Es impensable que hubiera
sucedido de otra manera porque ciertas historias de empresa y, en el fondo, de
amor son para siempre.
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