Innovación de proceso y producto,
internacionalización, gestión directiva. Y las primacías: el primer gres, la
patente de la monococción, que aún es el proceso más común del mundo, el primer
producto de alta resistencia técnica. Y esa idea de innovación abierta que ha anticipado los tiempos con el
Crogiolo Marazzi. Desde el distrito cerámico de Sassuolo a los mercados
mundiales. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Mauro Vandini,
director ejecutivo de Marazzi Group
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Los iconos son atemporales. Pero es el tiempo el que marca la
diferencia porque une indisolublemente un pasado glorioso con un futuro
innovador. Y en medio hay un presente que escribir por completo. Es el caso de
Marazzi Group, líder internacional en decoración y en diseño por la producción
y comercialización de azulejos de cerámica y gres. Una empresa de Emilia-Romaña
y trotamundos, presente en 146 países. Todo parte de Sassuolo, en el lejano
1934, cuando el distrito cerámico aún no existía y en la zona solo había en
activo tres hornos más que producían cerámica. Al final de aquel año, ya había
casi cien oficiales. La sede siempre se ha mantenido en el mismo lugar, a un
paso del ferrocarril y del canal de Módena, casi como para remarcar ese vínculo
identitario de ser emilianos que se demuestra en el trabajo, en la excelencia,
en la pasión. En la actualidad, el equipo cuenta con más de 1800 empleados, las
plantas de producción son seis, a las que se unen las comerciales de Francia,
Alemania, Inglaterra, Emiratos Árabes, Japón y China y las últimas
adquisiciones en Polonia y Bulgaria. Una empresa nacida en Italia y que mira al
mundo: además del local, los principales mercados son Alemania, Francia y
España. Justo aquí, Marazzi tiene también dos plantas, en concreto, en
Castellón de la Plana. Desde 2013, la empresa forma parte de Mohawk Industries,
multinacional que cotiza en la Bolsa de Nueva York con 11 200
millones de dólares de volumen de negocio en 2021, un crecimiento del
17,3 % con respecto al año anterior. Un crecimiento que se refleja en las
inversiones directas en todas las fábricas, en las tecnologías de vanguardia en
todos los segmentos, desde los azulejos a los pequeños formatos, en las
adquisiciones de marcas y salones de exposiciones. «2021 superó las expectativas, pero hoy es complicado hacer
previsiones. Hemos reaccionado bien a estos tiempos de emergencia, poniendo por
delante la salud y la seguridad, aprendiendo a trabajar de un modo diferente.
Hemos mejorado nuestras competencias informáticas, digitales y de relación a
distancia, hemos seguido invirtiendo, investigando sobre los productos y
presentándolos a los clientes que hoy desean y requieren soluciones cada vez
más personalizadas. Aún queda mucho por hacer, no solo como empresa, sino como
sistema», afirma Mauro Vandini, director
ejecutivo de Marazzi Group.
La empresa plural.
Hacer sistema, además de hacer empresa. Es
justo entonces cuando queda claro que hablamos de una empresa, pero en el fondo
nos referimos a una cadena de suministro extendida en un área convertida en el
centro de la vanguardia a nivel internacional en cuanto a creación de azulejos
de cerámica de calidad. «En este distrito hay un espíritu empresarial
generalizado, capaz y valiente que ha sabido organizarse en un sistema de
pequeñas empresas capaces de satisfacer la demanda del mercado e incluso de
anticiparla. El distrito nació por contaminación, la capacidad de hacerlo un
poco mejor que el vecino. Al principio, la disponibilidad de las materias
primas, los fondos del plan Marshall, después el desarrollo de competencias y
experiencias específicas y la capacidad de ponerlas en común. Antes,
el distrito de la cerámica estaba controlado por los alemanes. En veinticinco
años consiguió convertirse en el centro de excelencia de Europa, ganando el
desafío a los españoles, que hoy son los competidores más aguerridos. El
distrito se basa cada vez más en pocas empresas fuertes que tiran de las más
pequeñas, pero hoy también se benefician de las otras porque son más flexibles,
más veloces y tienen espíritu de innovación. De esta manera, las debilidades
individuales se convierten en el punto fuerte del conjunto. Incluso aunque haya
una competitividad exacerbada y a veces una incapacidad de unirse para afrontar
los problemas relacionados con la sostenibilidad, logística, capital social,
creo que el distrito aún puede contribuir y ser fuerte para el futuro», precisa Vandini. Pasar de la competición a la
coopetición, haciendo equipo entre diferentes equipos. Hoy se habla mucho de
innovación abierta, pero en Marazzi ya fueron precursores en los años 80
creando Crogiolo Marazzi, hoy centro cultural abierto también al público. Se
trataba de un centro de investigación abierto a arquitectos, diseñadores,
artistas y fotógrafos de fama internacional, llamados a interpretar libremente
y de forma inédita el producto cerámico. «Eran años de gran crecimiento tras la
patente de la monococción, el primer gran formato, las primeras sociedades
participadas en el extranjero, en línea con las grandes colaboraciones del
pasado: Martini en los años 40, Gio Ponti a finales de los años 50, los grandes
sastres de la colección de alta costura del 70. De esta manera, nace un
auténtico centro de experimentación que aún hoy inspira, con sus prototipos,
diseños y cuadernos, la colección de azulejos de pequeño formato que,
precisamente por este motivo, hemos llamado Crogiolo. En el fondo, siempre
estamos abiertos a la colaboración y a la innovación uniendo competencias
diferentes»,
dice Vandini. Establecer contactos también significa detectar las tendencias,
aliándose hacia nuevos procesos virtuosos.
Estar en lo más alto.
Innovación de producto, visión de internacionalización, una quimera en sus
tiempos. E incluso gestión del trabajo. «Entré en Marazzi en el 82 porque quería
trabajar en el extranjero. He pasado veintiún años de mi vida entre Estados
Unidos, Francia y otros países. Y como ingeniero pasé dos años también en el
control de la gestión», recuerda Vandini. En los últimos años, la empresa
ha redoblado las plantas de Fiorano y Finale Emilia, ha modernizado las
fábricas históricas de Sassuolo y los laboratorios de investigación, ha
restaurado la sede. La vocación de experimentar está en el ADN y lo narran las
primacías: el primer gres, la primera colaboración con el diseño de autor, la
patente de la monococción, una revolución industrial que aún hoy es el proceso
productivo más común del mundo, el primer gran formato, el primer producto de
alta resistencia técnica, la investigación sobre la interpretación de los
materiales naturales en los últimos años. «En las fábricas de Marazzi nació el primer
gres con efecto madera extremadamente realista, que hoy en día se encuentra
junto a muchas líneas de producto que, gracias a las tecnologías digitales,
consiguen ofrecer interpretaciones sostenibles y con características de
resistencia muy elevadas, de piedras y mármoles raros», precisa Vandini.
Tecnologías evolucionadas y capital humano que se unen entre sí. «Estar un paso por delante en la innovación
de producto y proceso es fundamental, aunque creo que no es suficiente con
respecto a la competencia internacional. En los últimos años hemos registrado
patentes y depositado marcas para nuestras tecnologías prémium, perfeccionadas
en nuestros laboratorios junto a proveedores del distrito, pero hay que avanzar
en logística, en organización comercial y de distribución, en infraestructuras
incluso digitales. El capital humano y la visión creo que tienen una lectura
unívoca: para mantener el posicionamiento, continuar creciendo y ser buenos
embajadores del mejor made in Italy, la gente tiene que compartir los mismos
valores y aceptar los desafíos que nos pone un mercado cada vez más complejo»,
concluye Vandini. Y sobre el futuro, su deseo es el de continuar haciendo bien
el trabajo y la investigación, produciendo las mejores cerámicas del modo más
sostenible posible y continuando siendo uno de los mejores lugares de trabajo
del mundo. Es lo que certifica por sexto año consecutivo el reconocimiento de
los Top Employer. Por otro lado, los verdaderos iconos aprenden a surfear su
propio tiempo, manteniéndose siempre en lo más alto.
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