Perfil de la empresa emiliana líder en el
sector de las máquinas automáticas y una de las cuatro más importantes del
mundo. «Este
trabajo abre nuevos horizontes. Todos los días tenemos algo diferente que hacer
y que aprender». Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti
entrevista a Maurizio Marchesini, presidente de Marchesini Group
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
Tiempo al tiempo. Sin prisa, pero sin pausa. O, como
lo llaman hoy, resiliencia, una palabra tomada de la metalurgia. Porque las
obras maestras están hechas de detalles y los retos se afrontan paso a paso, ladrillo
a ladrillo. Exacto: si hay un factor que marca la diferencia a la hora de
contar la historia de Marchesini Group –líder mundial en el sector de las máquinas
automáticas, una empresa exitosa enraizada en Emilia Romaña pero capaz de
escalar mercados, interés, volumen de negocio–
reside precisamente en el
tiempo. «El factor tiempo es esencial porque una historia de éxito hay que
construirla gradualmente. Es un conocimiento que se estratifica gradualmente. Tengo
interés por las empresas emergentes, pero el tiempo es algo relevante y sin
embargo hoy a menudo todo se hace al revés», cuenta Maurizio Marchesini, presidente
de Marchesini Group, un coloso del sector de las máquinas automáticas y uno de
los cuatro líderes mundiales en el sector del envasado. Nos hallamos en Pianoro,
un pueblo de casi 20 mil habitantes en el área metropolitana de Bolonia, rodeado
de la vegetación del Parco dei Gessi que cruza los Apeninos, antiguamente una
ruta de comunicación privilegiada entre la ciudad de las Dos Torres y Florencia.
La idea empresarial nació de Massimo Marchesini en 1974, cuando este decidió
fabricar en un garaje su primera confeccionadora de estuches. «Mi padre
trabajaba en un local no muy tan grande al otro lado de las vías del tren. A
menudo me pregunto cómo hicimos al principio para trabajar diez personas
metidas allí dentro», dice Marchesini. Pero también en este caso la respuesta
reside en el factor tiempo, pues en aquella época uno se ponía a trabajar por
su cuenta después de haberle dado muchas vueltas a su idea. Hay que construirse
con calma una determinada idea de empresa y de mundo. «Mi padre había estudiado
en el conocido Instituto Aldini Valeriani durante los primeros años de la
posguerra y fue el primer empleado de un señor que trabajaba de proyectista y
que se había formado en el Acma, la escuela de la que salieron todas las
empresas de automatización de la provincia de Bolonia. De hecho entró como
joven aprendiz (a fare il cinno, como
se dice en Bolonia), formándose en una empresa que todavía hoy existe. Eran
además los años del sindicalismo duro, de la tensión social dentro de las
fábricas. Salió de aquella empresa contándonos dos cosas: una gran mentira y
una gran verdad: “seremos pocos, cinco o diez como mucho”, “haremos un trabajo que nos divertirá
siempre”. Y en eso tenía razón, porque este trabajo abre
nuevos horizontes. Todos los días tenemos algo diferente que hacer y que
aprender», dice Marchesini.
Primero
las personas, luego los productos. Aquí
se diseñan y fabrican máquinas y líneas personalizadas para el envasado de
productos farmacéuticos y cosméticos. Una empresa glocal con las raíces bien plantadas en el territorio y una fuerza
internacional extraordinaria, determinada sobre todo por el capital humano. Después
de todo, Massimo Marchesini tuvo desde sus inicios la cabeza metida en el mundo
exterior: de ahí que la primera máquina naciera para Italia, pero ya la segunda
acabara en Francia. «Tal vez era un destino inevitable: quien ejerce este
oficio sabe ya que tiene que viajar por el mundo y en estos años lo estamos
haciendo de manera más consciente con nuestras sucursales en el extranjero», cuenta
Marchesini. Hoy la empresa tiene un volumen de negocio consolidado de 490 millones
de euros y presenta un crecimiento del 9,1 % generado en un 76 % por el mercado
internacional, sobre todo Europa, China y América Latina. El equipo cuenta con 2.500
colaboradores, de los cuales más de 800 están en la sede central de Pianoro. «Somos
fabricantes no de hi-technology, sino
de medium-technology. Esta industria
nuestra necesita personas capaces, no producto. Nuestros colaboradores, graduados
universitarios o de secundaria, vienen todos del mundo técnico. Dentro de la
empresa hemos creado una academia que funciona con un planteamiento de
formación continua, porque concierne a todos, sin excepción», dice Marchesini.
La cadena de suministro del packaging valley. El rasgo distintivo de
este modelo de empresa es el típico del packaging valley, el distrito del
envasado de Emilia Romaña. «Nuestras máquinas tienen por competidor principal
el mercado alemán. Luego hay también otros centros de producción en Francia y
en América, pero son todavía pequeños. También centros de producción chinos e
indios, pero es un mundo totalmente distinto. La característica principal como
mercado italiano es esa flexibilidad operativa que significa adaptación al
mercado y a las exigencias del cliente». Se trata además de una organización
industrial diferente, pues se trabaja con una cadena de suministro de
excelencia ligada a la cadena de valor: empresas competentes y activas. Para
Marchesini, todo esto permite ser más flexibles, más resilientes y con una
tensión financiera o laboral repartida a lo largo de toda la cadena de
suministro. «Llevamos a cabo la fabricación totalmente en Italia, desarrollando
el diseño por cuenta propia. Una vez adquirida una sociedad, no cambiamos su
sede, ya que en nuestro mundo la adquisición tiene que ver con las competencias
y, si se mudan las fábricas, se marchan también las personas y se pierde valor»,
dice Marchesini. Esa es la fuerza del distrito reticular, no solo geográfico, con
competencias más allá de Emilia Romaña. Pero hay dos elementos que caracterizan
esta joya de la mecánica: las inversiones van encaminadas a convertirse en
proveedores de líneas completas de envasado, lo cual se manifiesta en ese gran
carácter unitario, el diseño en común, la adopción de softwares integrables e
interoperables, el empuje tecnológico con la aplicación de tecnologías
relacionadas con la inteligencia artificial a las máquinas robóticas
industriales; y, por otro lado, la labor de investigación es omnipresente y
afecta a toda la empresa, invirtiendo aproximadamente el 30 % del volumen de
negocio en I+D. En cuanto a IA, en cambio, se apuesta por alianzas y
adquisiciones de empresas emergentes. Marchesini está convencido de ello. «La
IA nos permitirá hacer cosas inimaginables, pero reside en la capacidad humana
de elaboración, en las intuiciones de jóvenes que abren nuevos caminos en la
innovación. La digitalización la damos por sentada, hemos entrado ya de lleno
en este mercado y estamos intentando entender qué ventajas nos podrá ofrecer. No
es una oportunidad sino una obligación y cuanto antes entremos en ella, mejor
será el futuro». Llegar primero, pero de manera consciente. Ladrillo a ladrillo.
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