En
Bentivoglio, Bolonia, se encuentra una empresa que ha rediseñado el trabajo de
cocina y que hoy mira hacia el sector cosmético y farmacéutico. La historia de
Roboqbo: una plantilla de 105 personas y un volumen de negocio de 14 millones
de euros generado en un 68 % en el extranjero. Para FARE INSIEME, Giampaolo
Colletti entrevista a Giuseppe Malavasi, director ejecutivo de Roboqbo
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
¿Qué
hace un pastelero entre decenas de trabajadores del metal e ingenieros? Es una
pregunta que podría sonar absurda, pero su respuesta está en una empresa de
Emilia-Romaña que siempre ha apostado por ideas geniales, innovación
tecnológica, capital humano y maquinaria evolucionada. Y es una historia con
final feliz, ese pastelero ya no está solo y en la empresa, que con el tiempo
ha mudado de piel en pos de la innovación, hoy hay decenas de pasteleros.
La
historia de Roboqbo nace a finales de los años 90 y, como suele ocurrir, es una
intuición sencilla, casi obvia, pero con consecuencias imprevisibles. «Básicamente éramos una empresa de metalurgia
e hicimos la locura de contratar a un pastelero», cuenta Giuseppe Malavasi,
director ejecutivo de Roboqbo, empresa que hoy cuenta con una plantilla de 105
personas y un volumen de negocio de 14 millones de euros generado en un 68 % en
el extranjero. La empresa nace en Bentivoglio, Bolonia, hace 44 años, dedicada
en un principio a producir pequeños robots para la restauración: maquinaria
para cortar perejil, cebolla, zanahorias. Con el tiempo, los modelos de
máquinas se multiplicaron y la atención se centró en las diferentes necesidades
del mercado. «Al final decidimos crear un aparato completo. La combinación de
los elementos y de los dispositivos de la máquina nos hizo descubrir una
cantidad y posibilidad de aplicaciones que no sospechábamos. Cuando nos dimos
cuenta de esto, comenzó un trabajo de investigación y aunque tengamos un
patrimonio de conocimientos gigante, aún hoy seguimos descubriendo nuevos
conocimientos», precisa Malavasi. Sin detenerse. Porque la innovación es un
proceso a menudo accidentado, pero inevitable. Y es maravilloso si se hace
junto a un gran equipo.
Historia de una visión. Pero lo
sorprendente de la historia de esta empresa es su capacidad de adaptarse a los
mercados, de intuir la innovación y ponerla a disposición de una clientela cada
vez más exigente. En un principio, la empresa propuso al mundo de la
restauración un único modelo de cutter con cuchilla en forma de S para cortar
verduras. Veinte años después, nace la primera línea de máquinas QBO-Universal
Processing System. Fue una suerte increíble. Pero vayamos por partes. Todo nace
en 1978: Giuseppe Malavasi, junto a su padre y a su hermano, conquista
rápidamente el mercado con una serie de cutter profesionales, inicialmente de
encimera, creados para la restauración y la industria alimentaria. Desde
entonces se caracterizan por la alta calidad del material de fabricación y por
una mayor automatización y eficiencia con respecto a las máquinas de la
generación precedente. En 1997 empieza en la empresa el estudio de Qbo
Universal Processing System, un sistema de transformación que revoluciona los
procesos de producción. Una sola unidad capaz de llevar a cabo procesos que
normalmente conllevan el uso de diferentes aparatos tradicionales. La empresa
se transforma: nuevos departamentos, nuevas especializaciones, nuevos mercados
de referencia. Los años pasan y en 2002 nace Roboqbo. De esta manera, la
familia Malavasi decide renovarse: nuevo nombre, nueva marca, nuevos sueños. De
ahí el encuentro con el maestro de los maestros pasteleros italianos, Iginio
Massari. En 2017, los robots incorporan dispositivos de alta tecnología:
conectividad, interfaz full HD sencilla e intuitiva, sistema de lavado con
gestión de los productos limpiadores. La revolución en el sector de la
alimentación llega también al cosmético y al farmacéutico. Si existe una
palabra que resume mejor esta historia emiliana de experimentación y audacia es
justamente Roboqbo. Porque esta también es la historia de un cambio de vida,
con una trayectoria en el sector del metal puro que llega a la cocina y a la
mesa. «El sector de la metalmecánica que entra en la cocina, al principio es
como si un elefante entrase en una cacharrería. Después, con una atención
máxima y un cuidado especial del cliente, se mejora. Hoy somos líderes en el
sector del procesamiento de alimentos. Somos los únicos del mundo que hacemos
esto. Y estamos orgullosos de ello», dice Malavasi.
Personas y máquinas. Ojo: para
orientarse en esta historia debemos partir de un mensaje que contiene el
manifiesto de la empresa: hacemos
máquinas, pero no somos máquinas. Así dicen en Roboqbo. «Es un nombre
precioso que nos ha traído muchísima suerte. No siendo gramatical, casi todos
lo recuerdan y ya es distintivo. Pero hemos recorrido mucho para llegar aquí.
Hoy somos capaces de servir a un gran número de clientes gracias a una gama de
productos: desde máquinas muy pequeñas que procesan de uno a cinco kilos hasta
máquinas de seis quintales por ciclo. Desde la pequeña empresa agrícola pasamos
a la pastelería y después hasta los obradores intermedios asociados a las
grandes industrias como Barilla, Saclà, Ferrero o Nestlè. El éxito está en la
máquina, pero es necesaria una persona para ponerla en marcha. En el robot se
mete la materia prima y se obtiene ya el producto. Hemos sido capaces de llevar
la tecnología a los pequeños obradores con un sistema de trabajo extremadamente
versátil y capaz de adaptarse a las diferentes necesidades de producción». Con
los años, la empresa se ha especializado en la creación de robots capaces de
llevar a cabo de forma individual un número de procesos que normalmente hacen
diferentes aparatos: cocer, enfriar, concentrar, refinar y procesar al vacío.
«Por otra parte, Roboqbo preserva la materia prima, resalta la calidad,
revoluciona la productividad. Esa es la misión. Es un aparato que quiere ser
universal, capaz de procesar decenas de productos y de efectuar decenas de
procesos diferentes utilizando poquísimo calor y sin dejar trazas de su uso a nivel
de sabor y propiedades organolépticas de las materias primas», puntualiza
Malavasi. En la sede, los talleres se dividen por tema: hay seis, que se
reparten en producciones industriales e industrias conserveras, procesamiento
del chocolate, pastelería, heladería, gastronomía e incluso hay uno dedicado a
la cosmética y la farmacéutica. En su interior también se encuentra la Aqademia
QboSapiens, un espacio pensado como lugar de aprendizaje, diálogo y
experimentación que ofrece cursos y talleres temáticos a nivel internacional.
«Nuestro trabajo es un descubrimiento continuo y por esta razón está prohibido
detenerse, ya que el tren de la innovación corre veloz», dice Malavasi. En la
actualidad, en el equipo hay casi veinte personas diseñando el futuro: seis
forman parte del estudio técnico y ocho cocineros de la empresa hacen las
pruebas con los clientes, que informan de cualquier solicitud de mejora. Y a la
pregunta sobre el futuro, Malavasi no tiene dudas. «Cada vez tendremos más
sensores de control, procesos estratégicos e interfaces similares a los
smartphones. Hace veinte años ya adoptamos los paneles táctiles para
simplificar. Siempre hemos sido pioneros y valientes». He aquí la Apple made in
Emilia para las soluciones tecnológicas en la cocina. Y desde la cocina ya está
mirando hacia el futuro.
https://podcast.confindustriaemilia.it/
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