Todo empezó bajo el signo del trabajo en equipo, con
una sociedad cooperativa, en el lejano 1978. El símbolo representa a Alce Nero
(Alce Negro), Hombre Santo de la tribu Oglala, de los Sioux, que cabalga
llevando su mensaje a tierras lejanas. Porque las visiones nuevas e innovadoras
siempre son posibles. En el fondo, es esta la clave para comprender el éxito de
Alce Nero, líder en productos biológicos y, de alguna manera, en la forma de
hacer empresa. Para FARE INSIEME, Giampaolo Colletti entrevista a Massimo
Monti, director ejecutivo de Alce Nero
di Giampaolo Colletti
@gpcolletti
Photocredit: Giacomo Maestri e Francesca Aufiero
En Gravina, en la región de Apulia, Maria
Desiante cultiva variedades de trigo antiguas, entre ellas la valiosa Cappelli,
delicada y con unas raíces muy profundas. En los Abruzos, Piero Iacovanelli es
apicultor de una familia que lleva comprometida con este oficio cuatro
generaciones. Junto a su hermano Fabio, produce miel legando a las nuevas
generaciones una empresa fundada en el lejano 1858. Está al cargo de miles de
colmenas focalizadas en la trashumancia, un tipo de cría que le lleva a viajar,
casi volando, entre Apulia, Basilicata, Molise, Campania y Lacio. En
Monterencio, en las colinas emilianas de la provincia de Bolonia, Andrea
Morara, con formación profesional en agrotécnica, cultiva espelta, trigo y
garbanzos biológicos. Lo hace con pasión, sacando adelante una empresa de
familia de muchas generaciones. Su empeño y atención se centran en quienes
comerán sus alimentos: buenos y que nutren, fruto de una relación directa con
la tierra. Maria, Piero y Andrea, junto con otros miles de agricultoras y
agricultores, forman parte de Alce Nero, una joya que el mundo nos envidia. Se
trata de una sociedad por acciones en la que los socios son agricultores y
transformadores que han creído en el sector de los productos biológicos, “único
método posible para producir unos alimentos que sienten bien a la tierra, a
quienes la cultivan y a quienes se nutren de sus productos”, como se lee en su
manifiesto.
El trabajo en equipo. Hacer empresa, hacerla bien y hacerla juntos. Así, desde hace más de
cuarenta años, un grupo de empresarios agricultores y agroindustriales,
privados y cooperativas, ha decidido trabajar en equipo. Las materias primas
son cultivadas por los agricultores y transformadas por los socios: siete
plantas en Italia, una en Suiza dedicada a la elaboración del cacao y una en
Perú para la producción de azúcar de caña sin refinar. Unas raíces bien
ancladas en el territorio y una red integrada, organizada, sostenible. Una red
que contiene muchas otras, pues lo decisivo son las alianzas, es decir, las
cadenas de suministro integradas. En el fondo, Alce Nero es en sí misma una
cadena de suministro. Pero para entender a este líder del sector de los
productos biológicos, activo desde 1978 y asentado en Castel San Pietro Terme,
en la provincia de Bolonia, tenemos que comenzar por el elemento que lo
caracteriza: la tierra. Porque esos agricultores y agricultoras se dedican a la
producción de alimentos buenos, fruto de una agricultura que respeta la
fertilidad de la tierra. En la actualidad, la red cuenta con más de 1000
agricultores en Italia y más de 10000 pequeñas empresas, agrícolas y
familiares, de Centroamérica y Sudamérica, mientras que la plantilla de la
empresa es de 97 personas. «Nuestro ADN está en la agricultura biológica y de
marca. El sentido de los alimentos biológicos reside en la cadena de
suministro. Estamos convencidos de que el único modo de hacer agricultura
sostenible empieza por seguir una filosofía de producción de tipo biológico.
Desde siempre optamos por la agricultura biológica, cuidando el delicado
equilibrio que existe entre nuestro planeta y las personas que viven en él: por
ello hemos decidido dedicarnos a los productos que parten de materias primas
cultivadas sin productos químicos de síntesis, gracias a una capacidad
agronómica de vanguardia. Se trata de productos transformados mediante técnicas
que cuidan y resaltan las características de nuestras materias primas, gracias
también a unas listas de ingredientes siempre cortas y esenciales, libres de
conservantes y de aditivos», cuenta Massimo Monti, director ejecutivo de Alce
Nero. La toma de posición la han hecho las empresas que han decidido juntarse,
con un fuerte lazo de unión con el modelo cooperativo. «Porque trabajar juntos
significa aumentar el propio valor, pero juntarse en torno a una idea implica
una gobernanza difícil de gestionar», recuerda Monti. La empresa, en 2021,
registró un volumen de negocio de 86 millones de euros y una participación en
el sector total de los productos biológicos del 4,1 %, confirmándose como marca
de referencia. Después de todo, en Italia son 4,1 millones las familias que
consumen productos Alce Nero.
La historia. Pero demos
un paso atrás. Es más, varios pasos. Todo empezó con un encuentro decisivo
entre Conapi (Consorcio Nacional de Apicultores italiano) y la Cooperativa Alce
Nero. La historia inicia cuando aún no existía una ley que regulase el sector
de los productos biológicos. «Cuando empezamos, el sector de los productos
biológicos todavía no estaba codificado y resultaba algo completamente nuevo.
En el fondo, nacimos con una misión que hoy día es de lo más actual: hacer
agricultura sin productos químicos de síntesis y repoblar los campos que en los
años 70 se iban abandonando», dice Monti. De esta
forma, Alce Nero se convertía entonces en una voz distintiva en el mercado,
contracorriente. Su símbolo mismo lo cuenta: Alce Negro, Hombre Santo de la
tribu Sioux Oglala, cabalga en dirección contraria a la inscripción llevando
con gran fuerza su mensaje más allá de las fronteras, pues las visiones nuevas
e innovadoras siempre son posibles. «No somos la típica empresa de
Emilia-Romaña, pero sentimos unos lazos muy fuertes con esta tierra, aunque
tengamos la mirada puesta en otros lugares. Y eso significa por doquier en el
mundo. Queremos ser el canal que introduce en el mercado alimentos nuevos, en
línea con las exigencias que una mayor concienciación del consumidor impone y
con todo lo que implica la adopción de medidas que reduzcan el impacto
medioambiental», dice Monti. En la actualidad, los productos biológicos han
dejado de ser un nicho de mercado específico, han entrado empresas mucho más
grandes y el 93 % de las familias compra al menos un producto de este tipo al
año. «El concepto se ha ido extendiendo, ha perdido un poco de valor y hay que
intentar darle un alcance social más amplio. Por ello es necesario combatir la
banalización del concepto y transmitir bien la idea de que hacer agricultura
sostenible significa apostar por los productos biológicos», puntualiza Monti,
quien de sus comienzos recuerda, todavía hoy, el mundo de los apicultores, con
esas asambleas abarrotadas de gente y participativas. En el fondo, el éxito
pasa siempre por el intercambio de ideas, por ser de veras una empresa plural.
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