El mecenazgo, ya sea religioso o laico, desde hace siglos nos permite admirar obras de arte que de otra forma no habrían sido ni creadas ni adecuadamente conservadas. Aunque en época moderna este apoyo a la cultura lamentablemente flaquea, por suerte todavía existen mecenas como Massimo Andalini, que desde hace varios años sostiene la cultura del territorio de Ferrara en el que opera su empresa, la fábrica de pastas Pastificio Andalini, volcada desde 1956 en la producción de pasta con elementos sencillos, naturales y certificados, asociando concienciación y nuevas tecnologías a la tradición.
Entre las muchas iniciativas apoyadas por Andalini, merece la pena recordar las más recientes, como su sostén a la exposición “Luce concreta”, del artista Salvatore Amelio, de Cento, instalada en el Museo de la Ciudad de Rimini; la dotación de los instrumentos musicales de plectro para los alumnos de la Escuela de Música del Instituto Comprensivo 4 de Corporeno di Cento, y la última, pero no menos importante, la restauración de la Capilla de San Carlo de la Basílica de San Biagio di Cento.
La Capilla de San Carlo, inicialmente llamada “de la Sagrada Familia”, fue restaurada en 1750 por intercesión del arcipreste Girolamo Baruffaldi, en el marco de las reformas en el conjunto de la Basílica de San Biagio por obra del arquitecto Alfonso Torreggiani y con el apoyo del arzobispo de Bolonia, el Cardenal Prospero Lambertini, quien después llegaría a ser papa con el nombre de Benedetto XIV.
En 1971, por iniciativa de Monseñor Salvatore Bavera, se colocó sobre el altar un espléndido cuadro de juventud del Guercino, el “San Carlo Borromeo in preghiera” (1613-14), que representa el rezo de San Carlos Borromeo y proviene de la Iglesia de Santa Maria Addolorata dei Servi, de Cento. Desde entonces, la capilla ha recibido el nombre de “Capilla de San Carlo”.
Las precarias condiciones de conservación de la capilla, la fuerte degradación de los enlucidos debido a las infiltraciones, el ennegrecimiento de la antigua ornamentación, llevada a cabo en 1750 por los pintores boloñeses Antonio Raimondi y su hijo Gaetano, ya varias veces reelaborada, y por último los daños causados por el seísmo de 2012, han inducido a poner en marcha una intervención radical de restauración para llevar la estructura a su estado original, de acuerdo con las directivas de la Superintendencia de Bienes Artísticos de Ferrara. Antes de nada, se ha llevado a cabo la limpieza de las superficies pictóricas, para después efectuar un sondeo detallado de las capas que ha permitido identificar los tonos de color originales. El trabajo se ha completado con la consolidación del color y de los enlucidos, el estucado de las partes ausentes y la integración pictórica.
La restauración, iniciada en diciembre de 2018, la ha llevado a cabo el Taller de Licia Tasini, en colaboración con Cinzia Orlandi, mientras que la dirección de las labores se le ha encargado al arquitecto Alberto Ferraresi y el asesoramiento histórico y artístico, al profesor Salvatore Amelio.
“En resumidas cuentas, se ha efectuado una importante labor de recuperación en una obra que testimonia el patrimonio histórico, artístico y religioso del territorio, que gracias al apoyo de Pastificio Andalini quedará para la posteridad con sus características originales”, declaran con orgullo en la empresa ferraresa.
